El 11 en el disco duro

Chile es el único país del mundo donde el 11 de septiembre tiene dos lecturas. Mientras el resto del planeta esta semana se prepara, con sentimientos encontrados, para conmemorar los trágicos atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, en Chile todavía el 11 de septiembre se relaciona directamente con los acontecimientos de 1973. Ni siquiera el paso de los años ha terminado por limar las aristas del caso, como se ha visto en los últimos días. Y, como suprema demostración de la profundidad de las heridas, todavía hay quienes festejan mientras otros proclaman su ira y su dolor.

En torno a lo que ocurrió hace un año en Estados Unidos se han multiplicado los balances en los últimos días. Ya se sabe con certeza que el número de víctimas fatales en Nueva York bordeó las tres mil personas, una cifra bastante menor que las diez mil que se había indicado inicialmente. De esas, por lo menos 200 -según un estudio del diario "USAtoday"- encontraron una muerte espectacular al arrojarse al vacío antes que esperar el humo y el fuego en los pisos superiores de la torre norte. También se sabe que por lo menos unas ocho personas que al comienzo se había dado por muertas o desaparecidas, fueron encontradas con vida, incluyendo un ciudadano norteamericano víctima de amnesia.

En los aspectos controvertidos del caso, aparte naturalmente de la costosa operación bélica contra Osama bin-Laden y la ofensiva anunciada contra Irak, hay que considerar las teorías acerca del auto-atentado, popularizada una de ellas por un periodista francés que sostiene que nunca hubo un avión que se estrellara contra el Pentágono. También se dijo recientemente que Mohamed Atta, sindicado como el líder del grupo terrorista, estaba vivo el 12 de septiembre y que habría hablado con su padre. Como siempre ocurre, después de un suceso tan conmovedor y que ha ocupado titulares tan destacados, abundan las teorías que tratan de explicar lo inexplicable.

Se ha dicho que los Estados Unidos nunca volverán a ser como eran hasta hace un año. Pero lo mismo se ha dicho de muchos otros países muchas veces. Es evidente que nuestro 11 de septiembre también marcó una frontera insoslayable en nuestras vidas. Y el largo peregrinaje de los chilenos por la historia, desde la llegada de los conquistadores, ha estado marcado por hitos profundos, cada uno de los cuales dejó huellas imborrables en una generación y a veces en más de una como ocurre con o`higginianos y carrerinos, o balmacedistas y antibalmacedistas, ibañistas y alessandristas, etc... Lo que ha cambiado, en verdad, en esta ocasión, es la cantidad y la calidad de la información que hemos recibido y la rapidez con que nos llegó. Repetida hasta la saciedad (y pese al riesgo de la banalización consiguiente), la imagen del avión United, vuelo 175, mientras corta el metal acerado de la torre sur quedará almacenada para siempre en la memoria de nuestro disco duro personal.

Nuestra generación ha visto desplomarse la torre de Babel en nuestras pantallas y hemos sentido el escalofrío definitivo: el de comprobar que nuestra fragilidad personal es la misma de la gran potencia en su conjunto. Ahora sabemos que quienes pagan impuestos en Manhattan son tan vulnerables como las víctimas de un asalto en cualquier barrio de Chile, alto o bajo. Sabemos que somos humanos. Y que vivimos en un mundo peligroso e impredecible, por lo tanto permanentemente inseguro..

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 7 de Setiembre de 2002

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