2003: la guerra y la paz
En Camp David celebró privadamente la familia del Presidente Bush la Navidad. No se informó del intercambio de deseos ni de regalos. Pero se sabe que el mayor anhelo de George Jr. sigue siendo el cumplimiento de lo que no logró su padre: sacar del poder a Saddam Hussein. Terminada la campaña en Afganistán –sin éxito total, ya que no ha podido eliminar a Osama Bin Laden- el gobierno norteamericano centró sus esfuerzos en la caída del régimen de Irak. No ha sido tarea fácil. Sus aliados, salvo Gran Bretaña, no comparten su entusiasmo bélico. En las Naciones Unidas, en noviembre, tras un largo tira y afloja, se abrió una esperanza de paz mediante un acuerdo para enviar nuevamente los inspectores internacionales a Bagdad. Sadam Husein los había obligado a salir en momentos en que tenía más poder... o menos problemas. Desde que empezaron su labor, no han encontrado respaldo para ninguna de las acusaciones de Estados Unidos. El año 2002 termina sin justificación para el eventual ataque norteamericano. En Navidad, el dictador iraquí, que se ha mostrado sumamente hábil en su capacidad de manejo de la crisis, volvió a acusar a Estados Unidos de querer imponer su hegemonía al mundo entero. Reiteró, sobre todo, su confianza en los expertos de Naciones Unidas y en el Consejo de Seguridad: “Confiamos en los resultados de la inspección”, proclamó. Hubo otros llamados a la prudencia. El Papa Juan Pablo II, en la bendición “a la ciudad y el mundo”, el miércoles 25, insistió en que “la guerra puede evitarse”. Los creyentes de todas las religiones, dijo el Papa, “junto con los hombres de buena voluntad... están llamados a construir la paz... para detener finalmente la inútil espiral de ciega violencia”. El diario L’Osservatore Romano tituló en primera página: “La humanidad puede ganar la batalla por la paz”. George Robertson, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Otán, la alianza militar más poderosa de la historia, aseguró el jueves que "Estados Unidos no va a actuar sin el visto bueno de las Naciones Unidas". Aunque las autoridades de Washington han dicho que su país no necesita aliados para librar la guerra y que, si es necesario, puede pelear simultáneamente con Corea del Norte, es evidente que conocen los riesgos de la soledad. De este modo, la responsabilidad de lo que ocurra en los próximos días, semanas o meses recaerá en definitiva en Naciones Unidas. En noviembre, cuando se logró el acuerdo para que los inspectores del organismo internacional volvieran a Irak, Kofi Annan ya había subrayado la importancia de su papel y, sobre todo, del Consejo de Seguridad. Lo que no siempre recordamos es que allí, como ocurrió en 1982 cuando se produjo la Guerra de las Malvinas, Chile estará presente. Desde el primero de enero a nuestro país le corresponde incorporarse al consejo como miembro no permanente. Es cierto que el poder mayor –debido a la posibilidad de veto- lo tienen los miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña- pero las mayorías sólidas se construyen con el aporte y la reflexión de todos los integrantes. No debemos olvidarlo.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 28 de diciembre de 2002 |