Alemania: superando el empate.

En Alemania se está demostrando cabalmente que la política es el arte de lo posible. Dos semanas después de las elecciones, todo indica que ese país, por los próximos cuatro años, será gobernado por una Gran Coalición formada por la DC/CDU y el SPD, dos rivales tradicionales unidos ante la imposibilidad de romper su virtual empate en las urnas.

En los comicios del 18 de septiembre los demócrata cristianos y sus aliados socialcristianos superaron por apenas un uno por ciento al gobernante partido Social Demócrata. La primera impresión fue de desolación. Debido a que durante semanas el triunfo de Angela Merkel, la abanderada demócrata cristiana, parecía asegurado, el resultado pareció una clásica “victoria a lo Pirro”, en que se pierde ganando o se gana perdiendo. El Canciller Gerhard Schroeder alcanzó a insinuar la posibilidad de seguir a la cabeza del gobierno y, en primera instancia, se negó a considerar una alianza con sus adversarios. Pero, al final se impuso el realismo.

El fin de semana faltaba todavía un detalle final: la elección, este 2 de octubre, en Dresde, donde hay 220 mil votantes (0,5 por ciento del total de Alemania) que no se realizó el 18 de septiembre porque uno de los candidatos falleció en plena campaña, sin que fuera posible su reemplazo. En rigor no podría haber un cambio significativo en el escenario en el cual la DC/CDU tenía hasta la semana pasada el 35,2 por ciento de los votos y 225 bancas en el Bundestag y el SPD, el 34,3 por ciento, con 222 escaños. Aunque un eventual triunfo del SPD produciría un fuerte impacto sicológico, en los hechos no sería suficiente como para revertir las cosas.

La inminencia de un acuerdo, que pareció inalcanzable inmediatamente después de la elección, se hizo evidente en los últimos días. Según The New York Times, así lo cree el profesor Peter Lôsche, de la Universidad de Gotinga. La razón, conforme le dijo al diario, es que “ya se produjeron algunos acuerdos entre los dos partidos”, cuyo objetivo es impulsar reformas indispensables que no se pudieron concretar hasta ahora por las pugnas en el Parlamento. Se trata, más que nada, de asegurar el futuro económico: terminar de pagar la unificación alemana tras la caída del muro, poner freno a la fuerte cesantía y controlar el alto costo de la seguridad social. Estos temas, al convertirse en armas permanentes de la disputa política fueron minando el gobierno de Schroeder. Nada, sin embargo, garantizaba su aprobación legislativa en un gobierno de signo contrario pero sin mayoría absoluta. Por eso, la negociación, que partió desde posturas extremas, se fue acercando rápidamente al entendimiento.

Si prospera el acuerdo, en los próximos cuatro años, Alemania podría superar sus dificultades internas y asumir un liderazgo en la Europa de los 25 que muchos conciben como la única respuesta posible al enorme peso de Estados Unidos y de China.

Pero, también hay que considerar que ante esa posibilidad van a afloran viejos temores. Cualquier gobierno deberá enfrentar una desconfianza –disimulada o no- de que la Alemania recuperada se convierta en algo más que en el motor de la recuperación. Pese a su ejemplar historia reciente, no se puede olvidar que en los últimos dos siglos aquí brotó el germen de numerosos conflictos, incluyendo dos guerras mundiales.

El sino de los alemanes es haber producido, simultáneamente, las más excelsas muestras del arte, la ciencia y la cultura y las más bárbaras expresiones del odio y la crueldad. Pero eso, claro, es tema para los años venideros.

Publicado en el diario El Sur de Concepción, el lunes 03 de octubre de 2005

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