Historia de un breve desafuero

Una de las mayores debilidades del periodismo chileno quedó en evidencia el lunes pasado cuando, durante una hora, por lo menos, el diputado Fulvio Rossi creyó estar desaforado. Aunque no está claro el origen de la información errónea -si fue una equivocación del ministro Humberto Espejo o una mala interpretación periodística- el hecho es que esa mañana fatal, el diario electrónico "El Mostrador" gatilló una reacción que alcanzó hasta Iquique, afectando al propio diputado, y a La Moneda, donde el ministro Secretario General de Gobierno dijo hacer una excepción a la política de no comentar los fallos judiciales.

Sólo más tarde se aclaró la enmarañada situación cuando El Diario de Cooperativa, con el aval del ministro Hernán Alvarez, aclaró que el fallo todavía no estaba firmado y que sólo se conocerá el 3 de julio, la próxima semana.

Se produjo aquí -en un tema menor pero que pudo ser mayor- una conjunción de situaciones cada vez más frecuente. Por una parte, hay una tecnología "de punta" que permite la difusión casi instantánea de una noticia, sea cierta o no; y, por otra, un trabajo profesional marcado por una falta grave: la no confirmación de un dicho de pasillos. Lo primero es parte del panorama del periodismo y las comunicaciones desde hace años y seguirá siéndolo. El hecho que exista Internet plantea una gran promesa: la realización del sueño visionario de Marshall McLuhan, quien vaticinaba la "aldea global". Pero también implica peligros y desafíos. Hay mucha basura informativa en órbita en el ciber-espacio y no siempre se distingue entre lo que vale y lo que no. Y muchas veces tampoco se hace una separación suficiente entre lo anecdótico y lo trascendental.

En 1998 el Congreso norteamericano decidió poner en Internet el voluminoso informe del fiscal Kenneth Starr sobre los devaneos en la Casa Blanca del presidente Bill Clinton y Mónica Lewinski. En ese mismo momento los periodistas perdimos lo que había sido una gran ventaja: el conocimiento anticipado -para leer con calma y analizar con tiempo y todas las ayudas posibles- los documentos de trascendencia nacional o mundial. Al estar disponible de manera instantánea en todo el mundo, el Informe Starr obligó a los periodistas a trabajar con más rapidez que nunca y, al mismo tiempo, a hacerlo con más cuidado (velando especialmente por la exactitud) que nunca antes.

Los periodistas debemos seguir haciendo, hoy, lo mismo que hemos hecho siempre: investigar, procesar -seleccionar y jerarquizar- y difundir noticias. Las herramientas que se usen son sólo eso: herramientas. Y así como no cambió el periodismo con la máquina de escribir, mecánica o eléctrica, tampoco debería cambiar con el computador o con Internet.

Hay una cierta idolatría tecnológica que puede producir catástrofes informativas. Lo mismo cuando el periodista se apoya en una fuente "oficial", sin contrastarla con otras. Aunque el golpe periodístico es una especie en extinción, no se recuperará simplemente por la rapidez con que se difunde algo. Un verdadero golpe siempre se basa en información comprobada y chequeada con una fuente confiable, ojalá claramente identificada.

Abraham Santibáñez

Publicado en los diarios El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 28 de junio de 2003

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