Dos mujeres en la encrucijada

No fue Michelle Bachelet quien descubrió las complejidades de la incursión femenina en las esferas de poder. Pero la Presidenta chilena describió con acierto la situación cuando dijo que a una mujer, si llora la critican por débil, un hombre, en cambio, es emotivo. Si levanta la voz, ella es histérica; él, en cambio, tiene don de mando. Y hay más.

El tema no es solo chileno. Con motivo de las graves dificultades por las que ha atravesado su gobierno, Cristina Fernández de Kirchner fue cuestionada, no se sabe bien si por su poca capacidad de manejo frente a situaciones complejas o directamente por ser mujer. En dos comentarios paralelos, uno desde Chile realizado por el periodista uruguayo Horacio Brum, y otro de un argentino, se puso en parangón la forma de gobernar de las dos Presidentas. Ambos columnistas coinciden en que Michelle Bacjhelet sale mejor parada.

Hace dos semanas, cuando estuvo a punto de naufragar en la Cámara de Diputados la nueva Ley General de Educación, la Jefa de Estado se empleó al máximo y logró vencer la peor barrera: la de sus propios (pero díscolos) partidarios.

Lo fundamental, según se ha dicho, fue su propia bajada al ruedo. Es un recurso que siempre se debe economizar. Pero es evidente que, en esta ocasión, superó muy bien el múltiple desafío. No se puede decir lo mismo de su colega trasandina.

Instalada ya, desde hace años, la discusión sobre el género, no es fácil opinar. Es fácil caer en el machismo o ser tildado de tal. Pero, nos guste o no, las mujeres todavía tienen que dar examen ante la opinión publica. Lo prueba la derrota de Segolene Royal, que no solo luchaba contra sus adversarios políticos, sino también contra los “elefantes” de la vieja guardia socialista. Hillary Clinton tenía todo a su favor, pero el electorado, en especial el femenino, le dio vuelta la espalda en las primarias. Sólo Angela Merkel, porque se cuida mucho parece tener menos problemas.

La historia tampoco ayuda mucho a la hora de sacar conclusiones. En el caso chileno, nuestro imaginario se inauguró con dos mujeres emblemáticas, que no se vieron las caras, pero que representaron perfectamente los dos lados de la medalla. Inés de Suárez, enfrentada a la rebelión indígena, reacciona ferozmente cortando cabezas. Fresia, en el relato de Ercilla es altiva frente a Caupolicán: “Toma, toma a tu hijo… que yo no quiero título de madre del hijo infame del infame padre”.

Hermosas palabras (del poeta), hermosos gestos, pero no nos hablan de don de mando, sino de amor y orgullo. Paula Jaraquemada también es valiente, pero su gesto está destinado más que nada a subrayar el desprecio por los realistas. Carmela Carvajal, la viuda de Prat, es un modelo de mujer que venera al “pater familias” y lo apoya. Es como varias mujeres distinguidas que a lo largo de los casi dos siglos de vida independiente estuvieron al lado de sus maridos, los que se dedicaban a la política mientras ellas le cuidaban la casa. Es difícil que alguna de ellas hubiera llegado a una posición de mando. Es seguro que no lo ambicionaban.

Como Dante, Michelle Bachelet está en medio del camino (de sus cuatro años de gobierno). Le queda un buen trecho. Pero es un logro notable que, a pesar de todos los pesares, los analistas la miren con renovado respeto.

Habría que reconocer que –sin buscarlo-actuó a su favor el “efecto Cristina de Kirchner”.

A. S.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Junio de 2008

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