Entre la pasión y la razón (o entre la libertad y la ira)

Hay un conocido dicho de Lord Acton de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. A mi, personalmente, me gustaría agregar una variante o inventar un dicho nuevo: si toda autoridad, inevitablemente quiere controlar la prensa, las dictaduras quieren controlarla totalmente. En una democracia, en cambio, el deseo generalmente no se cumple.

No sólo el Presidente Lagos, sino todos los presidentes de Chile desde 1990 y antes de 1973 han tenido la misma ambigua reacción frente a los medios: son partidarios de que se reconozca la más amplia libertad de prensa, pero les duelen los comentarios injustos y que no se destaquen suficientemente los logros y los avances.

Es, claramente, lo que ha pasado ahora. Lo dijo, por lo demás, el Presidente en Nueva York: el mismo día en que él se enojó, primero con TVN y luego con todos los canales, había noticias que requerían más explicación y análisis. Uno, como profesor de generaciones de periodistas, quisiera a veces lo mismo. Pero es un hecho que la televisión vive de imágenes y no de análisis. Este último es un papel que los medios escritos realizan mejor que los audiovisuales. Pero ningún diario en el mundo, ni Le Monde ni The Washington Post se pueden acomodar a los deseos de quienes detentan el poder El único caso en que ello ocurría era Pravda, en los tiempos de la Unión Soviética.

Hoy, como parte del ejercicio democrático, el gobernante (cualquier gobernante) debe aceptar que los gobernados ejerzan sus derechos, especialmente el de crítica. Y, sobre todo, que usen la suprema libertad de ser injustos e incomprensivos. En suma: lo lamento por nuestro Presidente, por quien voté y cuyo gobierno aplaudo, pero creo que en materia de periodismo y ejercicio del periodismo suele equivocarse, anteponiendo la pasión a la razón.

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