Kapuscinsky: más emoción que precisión

Pese a lo que se dijo con motivo de su muerte, no fue Ryszard Kapuscinsky el creador del Nuevo Periodismo. Este estilo, cuyo propósito era renovar el reportaje periodístico, devenido a menudo en previsible rutina, nació en Estados Unidos a fines de los años 50. En esa época irrumpió en escena, empezando en la revista Esquire, un grupo de escritores que querían trabajar como periodistas. Era la versión inversa de los románticos “cazanoticias” de los años 20 y 30, cuyo sueño era ser escritores, como Hemingway, Dos Passos o Scott Fitzgerald.

El aporte del nuevo periodismo, magníficamente ejemplificado en A Sangre Fría de Truman Capote, consiste en aplicación de la experiencia literaria de un autor al reportaje duro, entrevistando a personajes reales, de carne y hueso, haciéndole el quite a la tentación de inventar.

No es fácil ni siempre se logra.

Hay que tener presente, por lo demás, que la preocupación por la exactitud –a veces exagerada, porque la verdadera fidelidad no siempre reside en la reproducción textual de lo que se dice- es relativamente moderna.

Lo anterior explica por qué muchos periodistas están desconcertados ahora que la frontera entre ficción y realidad empieza a diluirse.

Kapuscinsky puso el dedo en la llaga en una entrevista en el 2003: “Cuando me preguntan qué es lo que yo escribo, yo les digo que textos... Nunca pensé en si quería ser escritor o si quería ser periodista. Cuando me sentaba, no pensaba en que iba a escribir una novela o un reportaje o un ensayo”.

Más tarde, en una conferencia (“Herodoto, el primer reportero”) amplió estos conceptos: “He hecho mías las sugerencias de escritores como Truman Capote, Norman Mailer o Gabriel García Márquez, cuya literatura salva el abismo entre la ficción y el reportaje de prensa”.

¿Buena o mala fórmula?

Muchos periodistas, incluyendo buena parte del gremio en Chile la consideraron admirable y así lo repitieron a la hora de la muerte de Kapuscinsky. Hay quienes creían –y lo pusieron por escrito- que había un Nobel esperándolo. También destacaron otros aspectos de su labor profesional, los mismos que le valieron diversos premios, incluyendo el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Esa vez, el presidente del jurado, Juan Luis Iglesias Prada, dijo que Kapuscinsky “no se ha limitado a describir externamente los hechos, sino que ha indagado en sus causas y analizado las repercusiones, sobre todo entre los más humildes, con los que se siente hondamente comprometido”.

Tal vez esta sea la consideración más importante de su legado. En un artículo escrito después de la muerte del periodista polaco y reproducido por La Tercera, Jack Shafer hace notar que no siempre Kapuscinsky fue riguroso en datos, fechas y nombres. Su propia explicación era que “eso (el exceso de datos) es justamente lo que trato de evitar. Si esas son las preguntas que quieren ver respondidas, pueden visitar la biblioteca”.

Sin exonerarlo de responsabilidades, Shafer cita a un analista, John Ryle, quien concluye con una nota positiva su evaluación sobre Kapuscinsky:

-Las críticas no le roban el brillo de su encanto, sus momentos iluminadores y su vívida empatía por la gente de los países sobre los cuales escribe. Pero las mismas críticas advierten que no es buena idea tomarlo como una guía seria de la realidad.

El debate, probablemente, está recién empezando.

Febrero de 2007

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