De nuevo en escena

De paso en Chile, en 1976, nadie cuestionó públicamente la presencia de Henry Kissinger. Tampoco se mencionó entonces lo que recién se vislumbraba: su papel y el del gobierno norteamericano en las bambalinas del golpe de Estado en nuestro país. Pero ahora, cuando el presidente George W. Bush, en una sorpresiva (y sorprendente) decisión, le encomendó dirigir la comisión que investigará lo ocurrido el otro 11 de septiembre, el de 2001, los críticos recordaron el papel de Kissinger en Chile y su desempeño en los años de la Guerra Fría.

Hasta hoy, con cierta regularidad, la televisión por cable retransmite uno de los clásicos del cine de denuncia: “El Dr. Insólito”, considerado por muchos como una sangrienta caricatura de Kissinger, el inmigrante alemán convertido en asesor de mandatarios norteamericanos que nunca ha perdido su acento original ni sus inclinaciones políticas de fondo.

Según Bush, la misión de Kissinger consiste en “examinar cuidadosamente las pruebas y evaluar todos los hechos, no importa a dónde (lo) lleven)”. Palabras que fueron refrendadas por el propio “Dr. K.”: “Iremos a dónde nos lleven los hechos”.

Todo esto puede ser sólo un conjunto de afirmaciones retóricas, como temen muchos. O abrir las puertas a revelaciones inesperadas como esperan los admiradores del ex secretario de Estado, descrito una vez por el presidente Sadat como “un mago”. Después de todo, ya han transcurrido casi catorce meses desde que ocurrieron los hechos y desde entonces Bush ha estado más preocupado de las represalias que de investigar detalles. Pero al cabo de este largo período, la creciente preocupación por los efectos internos de las medidas antiterroristas ya decididas y otras en discusión -pese al abrumador respaldo electoral- lo llevó a constituir esta comisión investigadora. Los diez miembros del grupo serán designados por partes iguales por demócratas y por republicanos.

El Dr. Insólito, un papel desempeñado por Peter Sellers en el cine, retrataba a un siniestro personaje cuyo brazo, incontrolable, hacía el saludo nazi cada vez que se descuidaba. Pero el mensaje aterrador del filme era que, al desatarse las fuerzas políticas, llega un momento en que la catástrofe puede tornarse inevitable, en ese caso, la destrucción nuclear total.

Superada la Guerra Fría, hay muchos que siguen asociando a Kissinger con los peores momentos de las tensiones que marcaron la segunda mitad del siglo XX: Vietnam, Camboya, América Latina en general y Chile en particular. Por las negociaciones con los vietnamitas recibió en 1973, junto al representante de Hanoi, el Nobel de Paz. Pero la guerra no terminó entonces. Respecto de Camboya, se le reprocha su papel en los bombardeos secretos. Y, en el caso chileno, muy recientemente un juez norteamericano aceptó revisar una demanda en su contra por las violaciones a los derechos humanos.

Esta historia, para algunos es un buen antecedente de su dominio del tema de la seguridad internacional. Para otros es una señal negativa. Pero es la razón que movió a Bush a designarlo. Se trata, nada menos, que de investigar qué pasó exactamente el 11 de septiembre y, sobre todo, si el gobierno -el de Bush o antes- pudo hacer algo para impedir los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono que cobraron más de tres mil vidas, tuvieron un costo de miles de millones de dólares y han colocado al mundo entero en una espiral de violencia y temor sin precedentes.

Tarea que, de culminar con éxito, sí podría hacerlo merecedor realmente al Nobel de la Paz.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 30 de noviembre de 2002

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