Conectados, ¿para qué?

Según ''Los Angeles Times'', la visita del Presidente Lagos a Estados Unidos pretendía reafirmar ''su convicción de que de todos los países de América del Sur, Chile es el que está en mejores condiciones para crear su propio Silicon Valley''. ''En apoyo de su optimismo -anotó el periodista Sergio Muñoz, quien lo entrevistó en La Moneda- Lagos menciona los altos niveles educacionales y la infraestructura tecnológica de Chile. El uso de Internet, en proporción a la población, es el más alto de América del Sur''.

Esto no debería ser una novedad para los chilenos. Durante la campaña y luego como Presidente, Ricardo Lagos ha insistido en darle prioridad al desarrollo tecnológico. Pero ciertamente necesitaba un gesto como esta visita a Silicon Valley, en California, y a Redmond, en el estado de Washington, donde Bill Gates tiene su sede, para hacer sentir a la opinión pública el énfasis que quiere darle a su mensaje.

Salomónicamente, en esta oportunidad el jefe de Estado chileno estrechó la mano de Gates y de sus más enconados rivales. Es que en la economía digital, donde se han hecho fortunas fabulosas en poco tiempo y todos los días está cambiando la relación de fuerzas, nadie puede anticipar quién será el líder mañana. Y, peor, hay quienes temen, como ha dicho Fernando Flores, principal asesor presidencial en esta materia, que si Chile no se prepara, puede ''irse de espaldas ante el tsunami tecnológico y la globalización''.

El momento en que ocurre todo este ajetreo es interesante: las empresas ''punto com'' vivieron en pocos meses un glorioso auge y una desconcertante declinación. No van a desaparecer, pero han permitido ver que no es oro todo lo que brilla en el ciber-espacio. Son tiempos impredecibles, donde hay grandes oportunidades y grandes fracasos.

La convicción presidencial es que la oportunidad está llamando a Chile ahora y no hay que dejarla pasar. A mitad de año se dijo que los internautas chilenos se habían duplicado en seis meses y eran un millón 200 mil. Ahora están cerca de los dos millones, según cifras de la Secretaría General de Gobierno. ¿Pero qué hacen los nuevos navegantes?

El temor es que pase lo mismo que con la introducción de los teléfonos celulares, que han rebajado la comunicación al nivel más banal y, ojo, vulgar. Cabe preguntarse si por este camino el ''chateo'' va a dominar las comunicaciones en la red. Hay consenso en que Internet es una maravillosa herramienta que permite conexiones instantáneas a la más vasta red de archivos del mundo entero. Pero, de nuevo, hay que preguntarse, ¿para qué? Si la investigación que desarrolla los conocimientos y la capacidad de pensar, es reemplazada por la tarea mecánica de buscar, marcar, copiar y pegar, no sólo no habremos alcanzado lo que se quería, sino que estaremos en franco retroceso.

El tsunami de que habla Fernando Flores puede ser, sobre todo, un maremoto que arrase con nuestra identidad, nuestro idioma y nuestros valores.

El desafío es tomar conciencia de esta situación. Preguntarnos qué queremos y cuáles son las ventajas y riesgos que nos acechan en el camino. Y en este sentido, si me perdonan el ''aviso'', porque creo que ni los gobiernos ni las empresas quieren, pueden o deben hacerlo, pienso que el lugar por excelencia para el análisis es la universidad. Ella es la que debe asumir la tarea, sin prisa, pero también sin descanso.

2 de diciembre de 2000