Católicos bajo la lupa

El cordial encuentro de la Presidenta Michelle Bachelet y el Papa Benedicto XVI en el Vaticano, debería ser como un bálsamo sobre las heridas que dejó –paradojalmente- la visita del Cardenal Angelo Sodano en los católicos chilenos. Se trata, en buenas cuentas, de una mirada que va más allá del entorno propio y pone de relieve las coincidencias.

Como a todo el mundo, a la jerarquía católica le molestan los comentarios críticos. También producen rechazo los intentos por identificar corrientes y categorías en sus filas. Obispos y laicos comprometidos consideran, por lo menos, superficial la tendencia periodística de dividir a los creyentes en “progresistas” y “conservadores”. Pero, por muchas razones, es un empeño inútil..

Hace años, como cuando trabajé en Roma como periodista durante el Concilio Vaticano II, comprobé de cerca que los “padres conciliares” asumían con gran frecuencia posiciones divergentes frente a temas de este mundo y del otro. Y no lo ocultaban.

Frente al disgusto eclesiástico por la tendencia a poner etiquetas, el académico Carlos Peña –el más duro crítico de Sodano en Chile- opone un solo argumento: ninguna organización humana puede estar libre de crítica. Lo que importa es la solidez de la argumentación.

Argumentos sólidos son los que proporciona, por ejemplo, “Riqueza y Piedad. El catolicismo de la elite económica chilena”, un libro muy leído pero poco comentado, de la socióloga María Angélica Thumala, del Instituto de Sociología de la Universidad Católica. Es su tesis doctoral en Cambridge, Inglaterra. Resumió su planteamiento en una entrevista en la revista Qué Pasa. Según ella, esta ha sido un largo proceso: “La creciente afinidad de la Iglesia Católica y la izquierda, que se agudiza hacia fines de los años '60 y que incluyó a miembros de familias tradicionales de elite y generó quiebres importantes, produjo (como reacción) sentimientos parecidos a la orfandad o la sensación de traición, en especial por el apoyo de la Iglesia a la Reforma Agraria”. Es lo que había dicho el propio Cardenal Silva Henríquez en sus Memorias, cuando hizo suya una afirmación de este comentarista: que sus actuaciones, en especial la distribución de las tierras del arzobispado, lo distanciaron de importantes sectores católicos de derecha.

A partir de agosto del 2001, la socióloga Thumala entrevistó a 75 ejecutivos chilenos -desde presidentes hasta directores- de las más importantes empresas inscritas en la Superintendencia de Valores y Seguros, con el compromiso de mantener sus identidades en reserva. De este modo, anotó Pelayo Bezanilla en Qué Pasa, “cada uno le reveló su visión sobre la Iglesia Católica, Dios, el Diablo, los pecados, etc.

El cuadro resultante muestra un paisaje muy distinto del de los años 60, cuando muchos católicos se identificaban plenamente con la Iglesia del Concilio y, en Chile, con obispos como Silva Henríquez, Manuel Santos, Bernardino Piñera y tantos otros. Casi 40 años después, gran medida debido a las recomendaciones que hizo Angelo Sodano como Nuncio, buena parte del episcopado y sus preocupaciones han cambiado.

Pero, para desconsuelo de la elite que describe la socióloga Thuimala (incluyendo a los suscriptores de la carta más crítica de las muchas que se escribieron contra Carlos Peña), también cambió la sociedad chilena. Por contraste, el poderoso recuerdo del cardenal Silva Henríquez no ha sido olvidado. Y, como se acaba de comprobar en Roma, las posibilidades de coincidencia son mayores de las que se cree habitualmente.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Octubre de 2007

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