OEA: Lo que hizo falta

El debate –amargo hasta la recriminación en algunos casos- luego de la frustrante votación para elegir al nuevo secretario general de la OEA debería llevar a una sola conclusión lógica: la necesidad reforzar el profesionalismo de nuestra Cancillería.

El tema no se refiere tanto, como se suele plantear en estos casos, a cerrarle el paso a los afuerinos, sino a recuperar lo que fue una visión coherente a lo largo de mucho tiempo y muchos gobiernos. A esa línea tradicional aportaron no sólo los funcionarios de carrera, sino también quienes fueron incorporados por sus méritos, sus conocimientos, su buen manejo... y, lamentablemente a veces, simplemente porque había que darles un “pituto”. Su gestión debería tomar en cuenta que no sólo se hacen aportes como embajadores o agregados, sino también, en casa, evaluando informes, mediante el análisis de situaciones y, especialmente, cómo podrían proyectarse.

No es seguro que un grupo de reflexión de este tipo hubiera evitado el bochorno de los cinco empates seguidos en Washington, pero debería haber ayudado a prever algunos riesgos, como el singular “enroque” de votos entre Estados Unidos y México: uno en Ginebra, para condenar a Cuba, a cambio de otro, bastante contundente, en la OEA.

Aunque sin el nivel de su contraparte brasileña –la mejor considerada del continente- en Chile se consolidó una tradición de excelencia en el servicio exterior. Pero ocurrió lo que ocurrió en 1973 y la Cancillería, como todas las áreas de nuestra sociedad, sufrió los efectos de la intervención militar que se tradujo en la irrupción de un nuevo tipo de representantes, en su mayoría muy poco “diplomáticos”. Los resultados de los esfuerzos que se han hecho por revertir esta situación todavía están por verse en plenitud: un embajador en Ginebra fue llamado de regreso porque “en conciencia”, según explicó, no podía acatar una orden presidencial; otro en Costa Rica, después de un desafortunado incidente policial, prefirió posponer indefinidamente su regreso al país. El reemplazo en México se hizo entre turbulencias que posiblemente potenciaron el enfrentamiento a dos bandas entre José Miguel Insulza y el canciller Luis Ernesto Derbez. Con Venezuela hubo problemas en el momento en que mucha gente –periodistas incluidos- apostaba a la salida de Hugo Chávez del poder. Ser embajador en Argentina –un grato destino normalmente- se ha convertido en fuente de dificultades, como antes solamente ocurría con Bolivia....

El país que se asomó al mundo después del 11 de marzo de 1990 a recuperar amigos tradicionales en Europa y a ganar nuevos en Asia, al apostar a convertirse en su puerta de entrada a América Latina. El balance, al cabo de quince años, es sobresaliente... excepto en nuestro propio continente..

En la campaña a favor de José Miguel Insulza primó inicialmente la cautela. Se repitió hasta el cansancio que las elecciones solo se definen al momento de contarse los votos. Sin embargo, como ya sabemos, en las 24 horas previas a la reunión, afloró un triunfalismo imprevisto que, según el gusto de cada cual, puso en marcha la Ley de Murphy o generó una “mala vibra” que derribó la construcción tan pacientemente levantada.

Pero, antes que a alguien se le ocurra un sahumerio para espantar la mala suerte, lo que corresponde es preguntarse por qué nadie se preocupó antes de las reacciones que nos han sorprendido en forma tan ingrata. En suma: ser capaces de plantearse un análisis de posibilidades (y amenazas) con los pies firmes en la tierra. Nuestra tierra. Nuestro continente.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Abril de 2005

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