Ordenar el debate

Una nueva divisoria marca a los chilenos. A un lado están los que, pese al tiempo transcurrido, se sienten profundamente conmovidos por la tragedia del centro del Sename en Puerto Montt, donde murieron diez jóvenes. Al otro, quienes proclaman que los propios jóvenes, con su actitud rebelde, traspusieron la frontera del peligro.

Se trata, obviamente, de posiciones extremas. Pero tienen partidarios. ¿La razón? Todo el tiempo ocurre algo que les da argumentos. Por ejemplo, la condena, en segundo juicio, del joven “asesino del bate”, o las duras cifras del “femicidio

Nuestra sociedad, pese a sus esfuerzos, no logra conciliar la modernidad con normas mínimas de convivencia. Las víctimas de la delincuencia claman por “justicia” y protestan por la supuesta mano blanda de los tribunales. Con frecuencia, quienes llaman a los programas de televisión y radio con participación del público insisten en que la culpa la tienen los gobiernos de la Concertación.

Dicen que la primera víctima en una guerra es la verdad. En este debate murió la racionalidad. No sólo se mezclan peras con manzanas, sino que se suman agravios que no siempre son tales. Situaciones como la producida en Puerto Montt nos horrorizan. Y nos confunden. Para quienes cada día piden más dureza, resulta cómodo ignorar los costos. Ahora se ha recordado que antes de la entrada en vigor de la nueva justicia penal juvenil, se advirtió acerca de las precarias condiciones de algunos centros del Sename. No se tomaron en cuenta. Ha quedado en evidencia que los encargados de la custodia de los menores han sido sobrepasados. “Los funcionarios no pueden hacer doble función. No pueden ser educadores y al mismo tiempo estar encargados de la seguridad”, reclamó una dirigente sindical.

El fatal incidente en Puerto Montt se gatilló porque los jóvenes no querían que les apagaran la tele. ¿Es malo que se duerman más tarde? Hay una denuncia, por lo menos, de que, por no imponer estrictamente el cumplimiento de los horarios, en otros lugares despertaban a media mañana. Así es difícil inculcar hábitos de disciplina.

Pero no nos equivoquemos: no es en los hogares del Sename donde se han relajado las normas. Pese a que teóricamente después de las 22 horas los canales de TV están autorizados para transmitir programas para adultos, son millones los niños que siguen pegados al televisor, invierno y verano, sea o no época de vacaciones.

En algunos casos ya es tarde para pedir a los padres un mayor control: los niños que salieron a la calle en la noche del 11 de septiembre en los barrios periféricos de Santiago difícilmente podrían ser obligados a quedarse en casa. Pero también hay hábitos que deben ponerse en práctica primero en el hogar y reforzarse después en la escuela y en la convivencia social.

Lo demás serán tiempo y dinero perdidos.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en octubre y noviembre de 2007

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