El duro oficio del Public Editor

The New York Times está de estreno. Desde la semana pasada Clark Hoyt, quien como periodista ganó un Pulitzer y que en años recientes dio una exitosa batalla por un mejor acceso a la información de la guerra de Irtak, asume como “Public Editor”. Este cargo es lo que internacionalmente se conoce como “ombudsman” y que El País de España bautizó como “Defensor del lector”. Se trata, en suma, de una persona -generalmente un periodista- que asume la dura tarea de investigar por su cuenta o por denuncias de los lectores, los errores e insuficiencias del periódico.

Es otra expresión del sistema de autorregulación que en Chile se expresa a través del Consejo de Etica de los Medios y del Tribunal de Etica y Disciplina del Colegio de Periodistas. En este caso, es el propio medio –diario, radio o canal de TV- que designa la persona y le paga por su trabajo, junto con garantizarle la independencia y, sobre todo, que nadie le va a negar información cuando la requiera.

No es un trabajo fácil. Por su naturaleza misma, las salas de redacción están llenas, en todo el mundo, de personajes ambiciosos, convencidos de que son los mejores de su especie y que trabajan en un diario, radio o canal que nunca reconoce sus méritos pero que, por lo menos, debe dejarlos trabajar tranquilos. Consideran a sus jefes (editores) como verdaderos enemigos y, si les exigen un poco, tienden a mirar con desconfianza a los lectores, auditores o tele-espectadores a los cuales dicen servir. Ningún periodista, en ningún país del mundo, reconoce un error. Menos todavía cuando se lo plantea alguien a nombre de la ética profesional.

Pero es un trabajo necesario. Lo descubrió precisamente The New York Times por la vía más dolorosa cuando se demostró que su reportero estrella Jayson Blair, hacía trampa con las entrevistas, el reporteo y las rendiciones de gastos.,

Ese escándalo llevó al diario a establecer en 2003 su propio sistema de auto-control. Su primer Public Editor fue Daniel Okrent, seguido por Byron Calame.

Paralelamente, el diario ha extremado sus cuidados para evitar nuevos problemas. Mantiene un “Manual de Etica”, que se dio a conocer en 2004 y que es un modelo para muchos otros diarios en el mundo, en especial sobre temas poco corrientes, como las relaciones de los periodistas con el mundo de las finanzas. Pero siempre hay problemas nuevos.

Hoy el mayor desafío parece venir de la necesidad de combinar el diario impreso con la edición virtual, que se instala en Internet. Al despedirse, Calame hizo notar que este es un problema grave y puede ser peor en el futuro.

Por tradición, en un diario de calidad existe la posibilidad de que antes de la impresión el material sea sometido a revisiones cuidadosas: chequeo de datos, control de entrevistas, sucesivas pruebas de calidad. En cambio, en la prisa por estar al día en Internet, pueden deslizarse muchos errores. Calame llegó a la sombría conclusión de que los resultados que se pretenden (mejor calidad) pueden frustrarse por “la presión por actualizar historias en la red y la presión para no aumentar el número de periodistas en el equipo”.

Dicho lo anterior, se fue para su casa. Y le dejó el tremendo desafío a su sucesor.

17 de mayo de 2007

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