CARDENAL RATZINGER: La sencillez del “gran inquisidor”

En intensa semana de visita en Chile, en julio de 1988, el ahora Papa Banedicto XVI no eludió ningún tema conflictivo. El siguiente texto fue publicado con ocasión de ese viaje en la revista Hoy.

Por Abraham Santibáñez

En Roma el hábito no hace al monje... pero ayuda. Durante su semana chilena, el cardenal Joseph Ratzinger se mostró como un auténtico Príncipe de la Iglesia Católica: de impecable sotana negra, con finos ribetes púrpura, obligó a sacerdotes y religiosos a desempolvar los cuellos duros y la vestimenta de rigor.

Al mismo tiempo, sin embargo, en un apretado programa que lo llevó a una población en el norte de Santiago, al campus de Schoentatt en La Florida y a la capilla de La Moneda (sin el general Pinochet), y hasta la catedral de Antofagasta, mostró en tan variados encuentros con humildes y poderosos, una cálida faceta humana.

Cuando Rigoberto Díaz, periodista y ex embajador, le dijo que, en caricatura, se hablaba de él como "el gran inquisidor", no pestañeó.

En su cuidado italiano -apenas una vez, por accidente, recurrió a su alemán natal- dio una definición de la Congregación para la Doctrina de la Fe en la que no se involucró para nada en lo personal. No rehuyó, en cambio, las insistentes preguntas sobre lo ocurrido con el cismático Marcel Lefebvre ni con los propugnadores de la versión más polémica de la Teología de la Liberación.

Contra la versión que le atribuía una profunda desilusión respecto del Concilio Vaticano II, fue enfático en calificarlo como "una bendición" y "una gracia". Pero, aclaró, a renglón seguido, que siempre, desde el Concilio de Nicea, hace unos 16 siglos, hay después un inevitable período de confusiones hasta que se logra la "maduración".

Habló del papel de las conferencias episcopales -una tradición que no implica una renuncia a la "responsabilidad personal"- y, siempre matizando, se mostró como un equilibrado y prudente maestro.

Criticado en el Concilio

Sólo se negó a responder a un periodista de radio Chilena que le pidió su opinión sobre los "criterios morales" que podría entregar ante el plebiscito: "Para mí, es una pregunta demasiado específica y debo confesar que no conozco suficientemente las circunstancias".

El cardenal Joseph Ratzinger, arzobispo de Munich hasta su promoción a Roma, en 1981, se mostró constantemente afable con las decenas de personas que estuvieron con él: en reuniones con obispos y sacerdotes, en conferencias con público general, y con la cohorte de interesados en lograr desde un autógrafo hasta una foto.

Es su característica personal: al revés de otros cardenales "de la Curia", en su vida ha sido tanto pastor -a cargo de la capital católica de Alemania Federal- como especialista en cuestiones doctrinarias -en cuya calidad concurrió al Concilio.

Allí, según cuenta un infidente que recurrió al seudónimo de "Xavier Rynne", conquistó las iras del entonces jefe del Santo Oficio, el anciano y casi ciego cardenal Alfredo Ottaviani, quien hablaba mejor el latín que el italiano y arremetió entonces contra los periti. No mencionó por su nombre a Ratzinger, pero acusó a un grupo del cual formaba parte, por "hacer campaña" en favor de la designación de diáconos casados.

Conforme a la historia no oficial de la gran reunión de obispos convocada por el Papa Juan XXIII, Ratzinger estaba entonces entre los "progresistas".

La semana pasada, en reunión formal con la prensa santiaguina, no dijo que hubiera cambiado de posición, pero desestimó como engañosa la distinción entre "conservadores" y "progresistas":

-Pienso que no debemos privilegiar en exceso los conceptos de 'conservadores' y 'progresistas' dentro del pensamiento eclesiástico. Un hombre de Iglesia puede tener convicciones políticas muy diversas de tipo 'conservador' o de tipo 'progresista', pero, en cuanto hombre de Iglesia debe, sobre todo, trabajar en favor de la esencia de la fe. Y este empeño no se inserta en el cuadro político.
Acepto, naturalmente, que los temperamentos de los obispos son diferentes. Deben serlo, porque ello pertenece a la riqueza misma de la Iglesia. Y en este sentido también se debe buscar, con el criterio de la pastoral verdadera, el equilibrio de la diversidad de temperamentos, de posiciones.

Con insistencia se trató de vincular la visita del cardenal Ratzinger con aspectos concretos de la vida chilena.

Las coincidencias abundaron: desde los anuncios presidenciales respecto del plazo de "90 días" para el plebiscito, hasta la designación del nuevo obispo de Los Angeles, el vicario del Opus Dei Adolfo Rodríguez; desde el nacimiento de una guagua de "semi-probeta" en el hospital Paula Jaraquemada hasta la entrega de un documento episcopal titulado "Jesucristo y el respeto a la conciencia". Pero, pese a las suspicacias, el cardenal visitante nunca bajó a los detalles ni se pronunció específicamente sobre ninguno de estos temas. En la reunión con los periodistas, y en otros encuentros, habló siempre desde el punto de vista doctrinario y de los principios.

Iglesia en Chile

Creo que la Iglesia tiene en este momento histórico del mundo una función muy importante. El problema de nuestro tiempo, en el mundo entero y también aquí, es ver bien los valores fundamentales que son decisivos para la vida humana, individual y social. La Iglesia no sustituye las autoridades políticas, pero hace una labor muy importante, que hace posible una política responsable y basada en valores morales. Esta es, me parece, la primera tarea: una educación moral y una iluminación moral.
Puede haber funciones subsidiarias, en ciertas circunstancias determinadas, en las cuales la Iglesia puede realizar una labor de suplencia. Pero, insisto, lo esencial es tener siempre presente la realidad esencial de la vida humana y así iluminarla
. (Conferencia de prensa).

Desafios actuales

El Santo Padre, en su última encíclica sobre los problemas sociales, ha hablado de manera muy precisa sobre los variados desafíos de la Iglesia de hoy.
Por una parte, en el mundo subdesarrollado, la miseria es un desafío enorme, no sólo para la Iglesia de los países del sur. Todos debemos asumir nuestra responsabilidad para encontrar las adecuadas respuestas. En el otro extremo, la sobre-evolución de la cual habla el Santo Padre es también un desafío para la Iglesia universal, no sólo para la Iglesia de los países del norte.
No podemos dividir las responsabilidades, aunque el énfasis sea distinto.
En el norte encontramos, sobre todo, una pérdida del sentido moral, una desorientación fundamental respecto del ser humano y también ahí debemos colaborar para que el hombre pueda redescubrir su dimensión divina, su dimensión religiosa. Sólo si logramos restablecer esta colaboración común entre todas las partes del mundo y de la Iglesia, podremos restablecer los valores éticos fundamentales.
El norte no responderá nunca suficientemente a los desafíos del sur si no reencuentra esta moralidad fundamental basada en el amor de Dios, en el amor al prójimo
". (Conferencia de prensa).

Caso Lefebvre

"Roma ha unido, en este difícil diálogo, la generosidad en todo lo negociable, con la firmeza en lo esencial". Es muy reveladora la explicación que el mismo monseñor Lefebvre ha dado a la retractación de su asentimiento. Declaró que ahora había comprendido que el acuerdo suscrito apuntaba solamente a integrar su fundación dentro de la "Iglesia del Concilio". La Iglesia Católica en comunión con el Papa es para él la "Iglesia del Concilio que se ha desprendido de su propio pasado. Parece que ya no logra ver que se trata , sencillamente, de la Iglesia Católica con la totalidad de la tradición a la que también pertenece el Concilio Vaticano II". (Alocución a los obispos).

Lo más alto

"Un obispo amigo me ha contado que durante su visita a la URSS se le dijo que según algunas evaluaciones, hoy habría en Rusia un 25 por ciento de creyentes y un trece por ciento de ateos; el resto, es decir la mayoría, serían personas “en busca". ¿No es una noticia impresionante? Setenta años después de la Revolución, que definía la religión como superflua y nociva, existe un 62 por ciento de personas "en busca", que sienten en lo íntimo que existe algo más alto, aunque todavía no lo conozcan... Tenemos que mantenernos en busca de lo que es más grande y tenemos que ayudar a los que se esfuerzan por elevarse para encontrar la verdadera luz, sin la cual todo es tiniebla en este mundo". (Homilía en la Parroquia San Alberto).

La "pro-creación"

"Hoy ha sido posible 'reproducir’ al hombre en un laboratorio, prescindiendo de una donación interpersonal. Se ha vuelto posible separar el hecho natural personal de la unión entre el hombre y la mujer del proceso puramente biológico. Según la convicción de la moral, transmitida por la Iglesia y fundamentada en la Biblia, a esta posibilidad práctica de separación se contrapone una inseparabilidad ética..." (Clase Magistral en la U. Católica).

El post-Concilio

"He dicho que la visión macroscópica del Concilio de Nicea lo muestra como una gran gracia para la Iglesia universal, (pero) la visión microscópica muestra que los primeros 50 años fueron dificilísimos, con problemas muy graves y sólo por este camino difícil pudo madurar la gran gracia de este Concilio. Ocurre lo mismo, no siempre de igual manera, después de la mayor parte de los concilios. No se puede negar que después de este Concilio Vaticano II nacieron algunas malinterpretaciones que han perturbado un poco la vida al interior de la Iglesia. Sigue siendo necesario encontrar el equilibrio final para descubrir la sustancia que haga eficaz la bendición de este Concilio. Hay tantos problemas en el mundo de hoy, que sería extraño que la Iglesia no tuviera dificultades". (Conferencia de prensa).

Las conferencias

"Las conferencias episcopales son un instrumento de la colaboración de los obispos y corresponden así a un elemento que siempre ha sido parte de la tarea de un obispo. Colaborar corresponde a la comunión eclesial, a la colegialidad que es un elemento decisivo del episcopado: el obispo no existe por sí solo, el obispo lo s en comunión con los otros obispos. Pero se debe agregar que, junto con este elemento comunitario, también es muy decisiva la responsabilidad personal. La Iglesia no es un poder anónimo. Se debe ver siempre juntos estos dos aspectos: la responsabilidad personal y la unión con los otros obispos.
"Un peligro sería el de la burocratización: que naciera un poder anónimo que pusiera en peligro la responsabilidad personal de los obispos... Una tarea permanente de las conferencias episcopales debe ser no dejarse dominar por la burocracia.
"Una segunda observación se refiere a la competencia magisterial de las conferencias episcopales. Actualmente la Congregación Romana para los Obispos prepara un documento sobre estos problemas. Este documento ha sido enviado a todas las conferencias y son todos los obispos los que deben estudiarlo y responder. No quisiera anticipar el resultado de estos debates, pero voy a repetir una opinión personal: la verdad no está sometida al problema de las mayorías. Una cosa es verdadera o no es verdadera. No puedo hacerla verdadera con una mayoría si no lo es propiamente. En este sentido, una mayoría como tal no puede decidir en materia doctrinal. Se debe buscar un consenso, una evidencia común.
"Este hecho, que la verdad no se encuentra en la mayoría, sino en la inteligencia, limita de hecho el poder magisterial de las conferencias episcopales"
. (Conferencia de prensa).

Volver al Índice