El sucesor de Sandra

El desafío, dijo el senador demócrata Dick Durbin la semana pasada, es que John G. Roberts, candidato del presidente Bush a la Corte Suprema norteamericana, convenza a sus compatriotas de que "está de acuerdo con la gran corriente del pensamiento de la mayoría". Igual que en Chile, los integrantes del más alto tribunal de justicia de Estados Unidos los propone el Presidente de la República y los debe confirmar el Senado. Allá, sin embargo, el debate es casi siempre más áspero, más profundo y -a veces- más prolongado que aquí. Bush ha expresado su esperanza de que su candidato pueda incorporarse a sus nuevas labores a más tardar en octubre... siempre que sea aprobado.

La gran discusión, por lo que se ve, es en torno al aborto.

Las aprensiones de los opositores demócratas, señaló "The New York Times", surgen de "dos posiciones aparentemente contradictorias que ha planteado Roberts en torno al caso Roe contra Wade, la decisión de 1973 de la Corte Suprema que legalizó el aborto". Según se afirma en este reportaje, Roberts, quien trabajó con Bush padre, calificó en su momento este acuerdo como "tomado erróneamente y que debería ser anulado". En 2003, sin embargo, expresó que el tema del aborto estaba zanjado de acuerdo "a la ley".

Conforme el mensaje enviado por Bush para su designación, Roberts "ha dedicado toda su vida a la causa de la justicia y es vastamente admirado por su intelecto, su juicio sólido y su decencia personal".

En un país tan vasto y variado como Estados Unidos, con un sistema federal que considera una gran autonomía de los estados, a la Corte Suprema, en Washington, llegan pocos casos. Pero son los que fijan rumbos. Ocurrió con el aborto. Hace medio siglo, sentando un histórico precedente, dictaminó que el principio de "separados, pero iguales", base teórica de la segregación, era injusto, poniendo en marcha una gran revolución social. En los años 60, una decisión de la Corte Suprema consolidó la libertad de expresión, en la famosa demanda de Sullivan y The New York Times. Fue esta Corte, igualmente, la que con el voto decisivo de Sandra Day O`Connor, la primera mujer que llegó a ella, determinó suspender la revisión de votos en Florida el año 2000, asegurando la elección de George W. Bush. Hace unas semanas, al anunciar inesperadamente su retiro, Sandra O`Connor -este es su apellido de casada- abrió la puerta para la proposición de Roberts.

En el examen público de los antecedentes del nuevo juez, se ha dicho que es un hombre al que le gusta ajustarse estrictamente a la letra de la ley. Por lo tanto, su interpretación es siempre muy precisa y sus propios fallos han sido muy acotados. Aunque se estimó que el gran tema sería su posición frente al aborto y una eventual revisión de su legalización, lo que saltó al tapete fue otra cosa. Se trata de su asesoría al gobernador de Florida, Jeb Bush, hermano de George, en la época en que la elección o no del actual mandatario se decidía en ese estado.

Cuánto influyó Roberts en la forma como se manejó el tema hasta lograr que la Corte Suprema anulara la última revisión manual de los votos, es algo que no es sabido con certeza. Pero que estuvo ahí, es un hecho. Que ganó Bush, también. Y que después, el nuevo Jefe de Estado lo nombró en la Corte de Apelaciones de Columbia, la segunda más importante después de la Corte Suprema, es igualmente una realidad. Ahora -justamente-sólo falta la Corte Suprema.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en julio de 2005

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