El amor en tiempos de Internet.

La muerte de la joven Ana María Salinas, asesinada en Canadá por su propio esposo apenas dos meses después de su matrimonio, conmovió a los chilenos. Debido a que la pareja se conoció en un chat por Internet, el caso reabrió la polémica acerca de los eventuales peligros de la nueva maravilla tecnológica: los encuentros virtuales en el ciber-espacio..

No es un tema nuevo. Desde hace años, las precarias estadísticas sobre uso de Internet entre niños y adolescentes vienen repitiendo algunos datos reveladores. En Argentina, por ejemplo, la Consultora Carrier Asociados estableció en 2003 que más del 60 por ciento de los adolescentes charla con sus pares a través del computador.

Por absorbente que sea este hábito, la mayor preocupación actual se centra en dos comprobaciones:

  • El uso “compulsivo por parte de chicos inhibidos”, dice el informe de Carrier Asociados, que tras “largas horas frente al PC, reemplazan el contacto físico con otras personas de su edad por la comunicación virtual o reducen sus horas de juego. Con el chat se corre el mismo peligro que con el uso prolongado de la televisión o de los jueguitos electrónicos: puede crear una verdadera adicción”.
  • El fenómeno –esto no dice dicho informe, sino se desprende la realidad verificable día a día- no afecta únicamente a menores de edad. También hay adultos que parecen extraviarse en las marañas ciberespaciales.

Ana María tenía 22 años de edad. Viajó a casarse a Canadá después año y medio de haber tomado contacto con Jean Philippe Mailhot, también de 22, a través de Internet. El vino a Chile, conoció a la familia de la joven, causó muy buena impresión y, tras breve noviazgo, se casaron en la tierra del novio en agosto. En octubre, el flamante esposo la asesinó. Las cenizas de Ana María, cuyo “nick” (nombre en clave) era Lucirinasongbird, emprendieron el vuelo del retorno en una pequeña urna.

El tema no deja a nadie indiferente. Los santiaguinos, según una consulta realizada por especialistas de la Universidad Diego Portales por convenio con Publimetro, están matemáticamente divididos a la hora de responder acerca de la posibilidad de encontrar pareja por Internet. La mitad exacta (50 por ciento) de los consultados cree que sí. La otra mitad (obviamente, el otro 50 por ciento) cree que no.

No hay cómo determinar si esta opinión cambió o no después de la difusión de la trágica historia de Ana María Salinas.

Lo que está claro es que los santiaguinos están conscientes de que con Internet no se juega... o, mejor dicho, que los juegos on-line tienen límite: una abrumadora mayoría (71,3 por ciento) de los consultados piensa que “es más riesgoso conocer gente a través de Internet que a través de relaciones sociales tradicionales”. Sólo una minoría (28,7 por ciento, opina que no hay mayor riesgo.

Un estudioso del fenómeno de la comunicación, el mexicano Néstor García Canclini, ha pintado un desolador panorama de nuestro tecnologizado mundo actual. En su obra “Diferentes, Desiguales, Desconectados”, después de recordar muchas experiencias cotidianas (“voces grabadas que responden al teléfono”, negocios que no funcionan “porque se cayó el sistema” o “se desconectó el servidor”), sostiene que ya nadie se hace responsable de nada (“desresponsabilización”) por lo cual se produce “una mayor vulnerabilidad de los individuos y un sentimiento creciente de impotencia”.

En otras palabras: no es culpa de Internet, pero situaciones como la vivida y sufrida por Ana María alimentan el mito de un monstruo que vive en la red de redes. Coherentemente con ello, cuando se profundiza en el tema, la reacción que muestran los santiaguinos es mayoritariamente de temor y reticencia: el 68,3 por ciento de los consultados se niegan a comenzar (o a haber comenzado) relaciones afectivas a través de Internet. Solo una minoría, menor a la tercera parte (31,7 por ciento) responde afirmativamente.

Por ello es natural que se reciban respuestas parecidas ante una tercera pregunta. “¿Ha conocido personalmente a alguien a quien primero contactó a través de Internet?”. Seis de cada diez entrevistados (60,3 por ciento) aseguran rotundamente que no. El resto (39,7 por ciento) corresponde a quienes sí han tenido esta experiencia.

La única defensa, trata de convencernos García Canclini, se basa en asumir la realidad: “No hay medios omnipresentes” ni omnipotentes. Pero, para imponerse ante su ataque, las audiencias deben desarrollar su capacidad crítica, deben “afirmar la necesidad de verificar los hechos y controlar neopositivamente la producción y difusión de conocimiento”.

A fin de cuentas, el mensaje es claro: se acabó la entretención inocente y sin sentimientos de culpa.

Publicado en el diario Publimetro (se puede leer en linea desde metropoint.com) el 12 de Noviembre de 2004

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