El potencial atómico del “eje del mal

Hay cierto fatalismo en las proyecciones de la política exterior norteamericana, en especial cuando la Casa Blanca tiene inquilinos republicanos. Desde los tiempos de Ronald Reagan se ha tendido a satanizar al eventual enemigo, entonces la URSS. Desde 1981, se da a conocer una lista de países a los cuales se considera “una avanzada del terrorismo”. Más tarde, George Bush Jr. definió las fuerzas del “eje del mal”, seis países uno de los cuales es Irán. En los últimos días, con una vehemencia que recuerda la larga campaña contra Sadam Hussein y sus armas de destrucción masiva, Estados Unidos ha apuntado sus enojo contra el régimen de Teherán. Esta vez, además, lo apoya la “troika europea”: Gran Bretaña, Francia y Alemania.

No hay países inocentes en nuestro mundo. Irán, la vieja Persia, arrastra no pocos pecados, incluyendo su oscura participación en el atentado contra la AMIA, en Buenos Aires. Pero la reactivación de la planta de conversión de uranio de Isfahan, la semana pasada, dista todavía de justificar una acción mayor. Se trata, conforme la versión del portavoz iraní, Hamid Reza Asefi, de enriquecer uranio como parte de “su derecho legítimo al uso de la energía y la tecnología nuclear para fines pacíficos”. En Isfahan, una central fabricada la pasada década con ayuda de China, no se produce uranio enriquecido propiamente dicho sino que se convierte el denominado "óxido de uranio" o concentrado de uranio en un gas denominado hexafluoruro de uranio (UF6), un paso previo al enriquecimiento. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena, se necesitan por lo menos mil centrifugadoras para producir la materia prima de una bomba nuclear. Irán, por lo que se sabe, sólo tiene 164.

¿Qué fue entonces lo que activó las alarmas?

Una convergencia de situaciones. Primero, el largo distanciamiento entre Estados Unidos e Irán. La historia recuerda el apoyo norteamericano a Irak, en la guerra entre ambos países. Después, en una escalada creciente, su inclusión entre los integrantes del “eje del mal”, Y ese año, la elección del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Nada, sin embargo, despertó tanto temor como el anuncio de Irán de que, en uso de su derecho soberano, iba a reanudar sus operaciones, suspendidas en noviembre pasado, en un intento por permitir un acuerdo con la “troika”. Pero ahora, sin haberlo logrado, el nuevo gobierno anunció que retiraría los sellos de la OIEA de Isfahan y reanudaría sus trabajos. No hubo manera de frenar esta decisión y finalmente, el jueves pasado, la Junta del organismo aprobó una resolución que "insta urgentemente" a Irán a suspender todas las actividades referentes a su programa de enriquecimiento de uranio. El acuerdo se tomó en una reunión de emergencia convocada por la Unión Europea. La delegación iraní a la reunión de Viena sostuvo, lisa y llanamente, que no iba a ceder, aunque no por ello dejará de colaborar con el organismo.

De este modo, ni la ONU, ni la Unión Europea ni Estados Unidos tienen, por ahora, un motivo para ir más allá, pese a su disgusto. Para producir material suficiente para armar una bomba, debería pasar una década.

Pero la desconfianza no cede. Y, claro, Irán sigue con el sello rojo de integrante del “eje del mal” junto Corea del Norte, Cuba, Myanmar, Zimbabue y Bielorusia.

Publicado en el diario El Sur de Concepción en Agosto de 2005

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