Periodistas en el banquillo

Señor Director:

Todos lo hemos visto. En decenas de películas y documentales, en el cine y más recientemente en la televisión, hemos sido testigos de cómo, al final de la Segunda Guerra Mundial, en varios países, pero muy especialmente en Francia, los "colaboracionistas" fueron sometidos a juicios sumarios y castigados de inmediato. Fueron expuestos en las plazas y escarnecidos por trabajar, real o imaginadamente, con el enemigo. A ellas, especialmente, se las rapó toscamente, dejándoles heridas en el cuello cabelludo, les rasgaron los vestidos y luego las pasearon, semidesnudas, por todo el pueblo.

La justicia popular, cuando va sobre seguro, es a veces expedita y cruel.

En Chile no hemos pasado por un proceso similar. Pero podríamos estar peligrosamente cerca. Por lo menos, según me parece, hay algo de eso en nuestro gremio periodístico. Una antigua y poco caritativa afirmación sostiene que mientras otras profesiones esconden, matan o dejan encarcelar sus errores, los periodistas los publicamos.

Ahora que finalmente se ha iniciado el proceso de revisión de responsabilidades frente a lo ocurrido en casi medio siglo de historia reciente, da la sensación de que -una vez más- iremos a las plazas públicas (por lo menos a las plazas virtuales) a recriminarnos y a recriminar a nuestros colegas. Un canal de televisión no ha vacilado en mostrar a uno de los suyos (ya no lo es) como si hubiera sido el único cómplice de los excesos aberrantes cometidos en el Estadio Nacional. Alguien más pide perdón a gritos. Y otros exigen exámenes de conciencia en público.

Tal vez deberíamos hacerlos. No tengo capacidad ni conocimiento para determinar quién sabía y quién no cuando cumplió una labor periodística que, según nos consta ahora, fue incompleta y sesgada, por lo menos. Aunque hay quienes creen que todos cabemos en el mismo saco, no me parece justo incluir por parejo a los que tuvieron miedo, a los que cuidaron la "pega" o a aquellos que adhirieron de buena fe al régimen iniciado el 11 de septiembre de 1973.

El periodismo y los periodistas, como todo el país, estamos llamados a una reflexión profunda y a asumir nuestras responsabilidades y culpas. Pero me parece peligroso que haya quienes, cualesquiera sean sus sufrimientos, puedan levantar un dedo acusador contra determinadas personas, colegas o medios. Me recuerda demasiado las explosiones de odio que se produjeron en Europa entre 1944 y 1945 y que muchas veces fueron el conveniente pretexto para esconder una conciencia culpable.

ABRAHAM SANTIBÁÑEZ
Periodista

Publicado en Cartas al Director. El Mercurio el 2 de diciembre de 2004

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