Ahora que tenemos candidatos

José María Navasal –sabio comentarista- creía que en las elecciones norteamericanas debería votar todo el mundo. Aunque no soy sabio como él, me atrevo a enmendarle la plana: las elecciones presidenciales de Estados Unidos, creo yo, son tan importantes que –tal vez- el mundo andaría mejor si en ellas simplemente sus ciudadanos no pudieran participar en ellas.

Ironías aparte, esta es, por supuesto, una proposición sin futuro. Pero ahora que ya están nominados oficialmente los dos contendores principales, conviene reflexionar en serio sobre el tema.

Empecemos por una realidad inescapable: quien sea elegido el 2 de noviembre –George W. Bush o John F. Kerry- podrá tomar decisiones que afectarán literalmente a todo el planeta. El Presidente de Estados Unidos puede enviar tropas a cualquier parte del mundo y así lo hizo Bush Jr. También tiene voz y voto –y un voto importante y muchas veces decisivo- en temas ecológicos o en decisiones que influyen o afectan a todo el mundo: la pena de muerte, por ejemplo, o el apoyo a determinados dictadores “amigos” en desmedro de quienes, aunque demócratas, no comulgan con Washington. Esto va desde la guerra a muerte contra Saddam Hussein a una política sorprendentemente blanda frente a Hugo Chávez. Es lo que Henry Kissinger, que aprendió a hablar y a pensar en alemán, llamaba la “realpolitik”, un realismo extremado ante cualquier tentación idealista o altruista.

Eso es lo primero que considerar.

Lo segundo es que, aunque a muchísimos ciudadanos del resto del mundo no nos guste, sería un error creer que la gran mayoría de sus compatriotas rechaza a Bush. Michael Moore, el irreverente cineasta, representa un sector importante... pero nadie garantiza que tenga más de la mitad del electorado tras suyo.

Y la tercera consideración es que, nos guste o no Bush, su política puede ser más conveniente para Chile y América Latina que los postulados de Kerry. Esto es especialmente válido para John Edwards, el compañero de fórmula de Kerry, quien no oculta sus afanes proteccionistas sobre la economía norteamericana. Se podría dar la paradoja que en un futuro gobierno de Kerry, teóricamente más “liberal”, sobre todo en lo político, la orientación económica fuera más conservadora. Sería sorprendente –pero no imposible- que mientras Chile y el resto de las economías abren sus puertas, los norteamericanos las cerraran para defender sus puestos de trabajo.

Es difícil anticipar qué es lo que viene. Después de todo, en su primer período, Bush mandó sus tropas a dos guerras y, como represalia, se gatillaron cruentas acciones terroristas desde Bali (contra jóvenes australianos) hasta Madrid y, por supuesto, Medio Oriente, donde la violencia no termina. Su promesa es que necesita seguir en la Casa Blanca para “construir un mundo más seguro y un país con más esperanza”. Para subrayarlo los republicanos escogieron como escenario Nueva York, la ciudad atacada hace tres años por el terrorismo. Pero, hasta el cierre del encuentro, no estaba claro si la idea de reunirse en el Madison Square Garden había sido o no una buena idea.

Para sus más entusiastas partidarios, Bush, representa su capacidad de asumir el liderazgo en tiempos difíciles. No es, claro, una imagen compartida. Pero tampoco Kerry, que partió como un héroe de la guerra, ha logrado posicionarse como tal.

Quedan menos de dos meses para la elección. Y muchas sorpresas.

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