El mejor ex Presidente

Diciembre no es la mejor época para estar en Oslo. El sol sale tarde y se pone temprano. Los breves días de fines de otoño son fríos, con temperaturas permanentemente bajo cero, incluso en los días en que asoma el sol, pálido y semirrecostado en el horizonte.

Pero la gelidez del ambiente la compensan con creces los noruegos: son cálidos, amistosos y lo demuestran sin timidez. Y el que Alfred Nobel haya decidido que Oslo sería el lugar donde se entregara el Premio Nobel de la Paz los llena de orgullo. Días antes del 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel, ya se percibe la creciente expectativa. El acto principal se realiza poco después del medio día, en la gran sala de la Municipalidad, un recinto que por fuera es mucho más impresionante que el Parlamento, a pocas cuadras, en pleno centro de Oslo. El ambiente es formal, pero sin excesos: el Rey, los invitados y el premiado visten traje oscuro, pero no de etiqueta, al revés de lo que ocurre en Estocolmo, donde hemos visto a médicos, científicos y escritores lucir bastante menos cómodos. Es, parte de la diferencia cultural y anímica que separa a ambos pueblos.

Jimmy Carter, este año, no fue la excepción. No podría serlo, sobre todo si se considera su origen provinciano y su perdurable imagen de político alternativo que lo llevó como un relámpago a la Casa Blanca pero que, de la misma manera fulminante, lo sacó del poder.

Pero, ojo, Jimmy Carter, es un fenómeno poco común. En 1978 muchos creían que sería el ganador del Nobel, junto con Anwar Sadat y Menachem Begin, quienes lo lograron por el acuerdo de Camp David. Se reconoció unánimemente que el artífice de la paz entre Egipto e Israel había sido Carter. Pero su nombre no fue propuesto a tiempo. Lo importante, sin embargo, es que con esa gestión de paz, Carter estaba iniciando una auspiciosa carrera como mediador que en las décadas siguientes lo ha llevado por diversos países, convertido en un activista de la paz.

Como Presidente, tuvo un papel decisivo en la devolución del Canal de Panamá a los panameños. Y más tarde, ha sido un incansable predicador, con su fe de cristiano del sur de Estados Unidos, en que las derrotas políticas deben reconocerse. Así se hizo posible el fin del régimen sandinista en Nicaragua y las intenciones de perpetuar una nueva dinastía en Haití. En Cuba no le fue tan bien, pero por lo menos su presencia en la isla permitió que se abriera una ventana de esperanza después de 40 años de dictadura. En las últimas dos décadas, a la cabeza del Centro Carter, el ex Presidente no se ha limitado a la política internacional. También cree que la lucha contra la enfermedad y el hambre deben preocupar a la humanidad. El foco de su interés, en esta perspectiva, es Africa.

Todo esto lo resumió gráficamente Gunnar Berge, el presidente del Comité Noruego que cada año decide el Nobel de la Paz: "Jimmy Carter probablemente no pasará ala historia de los Estados Unidos como su Presidente más efectivo. Pero ciertamente quedará como el mejor de todos los ex presidentes".

Es mucho más que un buen epitafio. Es una gran dedicatoria para el Premio Nobel.

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Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 14 de Diciembre de 2002

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Nota del Editor: