Censura en banquillo académico.

Pocos temas hay tan atractivos como la censura. Es algo sobre lo cual todos tenemos opiniones. Y son opiniones definitivas, que nadie está dispuesto a cambiar. Ello explica porqué a fines de marzo pasado, hace casi un año, el auditorio de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Diego portales se repletó con estudiantes y curiosos interesados en el seminario “Censura Cinematográfica”, auspiciado por el Colegio de Periodistas, VTR y los dueños de casa.

La intensa jornada, que ahora se ha resumido en un pequeño libro de 70 páginas, partió con dos pesos pesados sobre el ring. Gonzalo Vial Correa y Ascanio Cavallo trataron de responder si “¿Debe existir la censura cinematográfica?”. Luego hubo dos paneles más. Jorge Navarrete, de TVN; Blas Tomic, de VTR; y Hernán Pozo del Consejo nacional de Televisión, hablaron de “La censura en TV y las nuevas tecnologías”. Finalmente el diputado Ignacio Walker enfrentó en solitario los “Aprontes hacia una nueva ley de calificación cinematográfica”.

No fueron los únicos en usar de la palabra: varios periodistas hicieron de moderadores, invitados por Lucía Castellón, Decana de la Facultad, a debatir este tema“porque pensamos que... la libertad de expresión es intransable y permanentemente nos aprestamos a defenderla, y también tenemos que transmitirles a nuestros alumnos los valores en los cuales creemos”.

El texto de las intervenciones refleja la profundidad de los sentimientos que despierta la censura entre los chilenos, sobre todo entre periodistas y personajes de figuración pública como los que se reunieron esa mañana. El historiador Gonzalo Vial se mostró directamente partidario de la censura cinematográfica “porque es un sistema imperfecto pero medianamente eficaz”. El periodista Cavallo le contradijo, asegurando que “sus argumentos son políticos”. Enfático, Cavallo sostuvo: “No, no debe existir la censura en el cine, como no existe para la literatura o la plástica... No a la censura de Estado. Me bastan los padres para decidir lo que verán sus hijos. No veo razón para que entreguen esa delicada decisión a un puñado de burócratas...”

Como era de prever, no hubo acuerdo. En realidad, nadie lo esperaba y sin duda el principal atractivo del seminario era este previsible choque de opiniones. Lo aleccionador del caso fue que, pese a las divergencias, los contendores mostraron su respeto por los otros y no hubo descalificaciones.

En lo que sí parece haber acuerdo, y esa es la línea conductora del libro que resultó de este encuentro, es en que debe haber calificación de películas, por una parte, y que en la televisión abierta se deben respetar los criterios básicos del cine. No así, sostuvo Blas Tomic, en lo que se refiere a la televisión por cable, cuya naturaleza permite el control familiar.

Para los escépticos, es posible que el seminario haya sido apenas una reunión más, sin grandes novedades. Para los estudiantes, en cambio, fue una lección práctica de cómo se puede debatir con respeto y altura de miras. Y para los lectores, el libro resultante es una pequeña joya que en su portada luce, delicadamente semitapada, a Josephine Baker, de quien se dice que “la censura por su piel no logró opacar sus ansias de libertad ni la admiración que (ella) produjo en personas como Hemingway, Picasso, Castro, De Gaulle o Mussolini”.

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Publicado en El Sur de Concepción el 6 de enero de 2001