El Consejo pierde la paciencia

La descripción del fenómeno no puede sorprender a nadie. Es lo que se ve todo el tiempo en pantalla: “uso y abuso de garabatos y de expresiones -y hasta gestos- groseros o de una burda connotación sexual”. Lo novedoso, claro, es que la hace, en un documento oficial, el organismo encargado del “correcto funcionamiento” de la TV, el Consejo Nacional de Televisión. (Ver documento adjunto en pdf)

Es una dura advertencia. Y novedosa, porque por primera vez el Consejo se dirige a todos los canales de televisión y no a uno solo. Igual que la proverbial espada de Damocles, queda pendiendo sobre nuestras pantallas como un llamado de atención y una advertencia: “el CNTV cumplirá el mandato que le ha sido confiado y ejercerá en esta materia las atribuciones de que está investido”.

El pronunciamiento no deja dudas: si hay que aplicar sanciones, se aplicarán. Pero también plantea la esperanza de que los canales y los ciudadanos, en cuanto televidentes, reaccionen positivamente.

La palabra clave es “autorregulación”. A este concepto, que pretende que los periodistas y los medios ejerzan plenamente la libertad de expresión, pero acepten límites éticos, adhieren las organizaciones profesionales y empresariales sin excepción. En consecuencia, cabría esperar cambios. Sería un grave retroceso que no hubiera avances y fuera necesario aplicar sanciones. Es lo que siempre se ha querido evitar.

A comienzos de los años 90, cuando se temió que volvieran a imponerse medidas restrictivas, las organizaciones gremiales de los medios reaccionaron positivamente. La Asociación Nacional de la Prensa puso en marcha el Consejo de Etica, organismo de autocontrol que casi de inmediato fue hecho suyo por las asociaciones de radio (Archi) y TV (Anatel), todas integrantes de la recién fundada Federación de Medios.

Anteriormente, con variados formatos, el Colegio de Periodistas se preocupó siempre del tema. Pero, como suele ocurrir, nadie lo tomó demasiado en serio hasta que se produjo el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y comenzó en Chile el más prolongado y duro período de falta de libertad.

La autorregulación se expresa a través del Consejo de Etica de los Medios y del Tribunal de Etica y Disciplina del Colegio de Periodistas. Una tercera forma de autocontrol, desde cada medio, el “Defensor del Lector” (o del auditor o del tele-espectador), lo que en otras partes se llama “ombudsman”, ha tenido menos suerte en Chile. Hoy sólo existe en la Radio de la Universidad de Chile, antes se intentó sin éxito en el diario La Epoca y el periódico El Periodista.

Como siempre, subraya el documento, el Consejo Nacional de Televisión prioriza la autorregulación”. Es un hecho de gran importancia porque el CNTV está encargado, por ley, “de velar por el correcto funcionamiento de los servicios de televisión”. Esto es precisamente lo opuesto a la autorregulación y, como tal, los afectados prefieren evitarlo.

El CNTV maduró esta decisión a lo largo de varias reuniones (tres por lo menos). Al final se logró el consenso entre sus once integrantes, pese a que representan muy variadas líneas de pensamiento y formación, académica o profesional. Para decirlo en castellano antiguo: “Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe”:

Tantos excesos se han cometido en la tele -y no sólo en la tele- que al fin se agotó la paciencia.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en diciembre de 2007

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