El periodista disfrazado...

La televisión ha descubierto una nueva veta y Canal 13 es quien la explota con mayor entusiasmo: las pequeñas cámaras escondidas. Son el sueño del Quijote, que recorría el mundo “desfaciendo entuertos”. Estas maravillas tecnológicas permiten denunciar todo: corruptelas, comercios ilícitos “en vivo y en directo”, de modo que los infractores enredados en sus propios dichos, luego de ser expuestos ante la opinión pública, reciban la sanción de la justicia.

Parece un ejercicio impecable. ¿Quién podría oponerse a que los abusadores, los que lucran con la droga o, ahora, con la venta de armas, sean denunciados?

Aunque sorprenda a muchos, hay quienes no están de acuerdo con estos procedimientos. Un respetado profesor español de periodismo, en el mismo canal 13, en la frecuencia que sólo se recibe por el cable, dijo que no era ético que el periodista se disfrazara y recurriera a tecnologías ocultas en su investigación. Lo que planteó Carlos Soria fue que la dignidad y el orgullo del periodista lo obligan a no esconder su calidad de tal. En cuanto al uso de estas herramientas disimulables, su criterio es que tampoco se deben confundir los roles: el periodista es periodista; el policía es policía...

El Colegio de Periodistas, en una modificación que me parece excesiva y, sobre todo, falta de realismo, sostiene que no se deben usar cámaras escondidas. Pero en el caso más emblemático que se conoce en Chile, el de una funcionaria de la Inspección del Trabajo, captada por TVN cuando recibía un supuesto soborno, se ha dictaminado que se procedió correctamente. El reproche, en esa oportunidad, fue la forma en que el periodista del canal encaró, de inmediato y también en cámara, a la funcionaria, convirtiéndose en juez y parte.

La dignidad humana herida es una de las primeras víctimas de estos adelantos tecnológicos. Por eso, en todo el mundo, el avance que produjo la digitalización de datos ha hecho crecer también los cuidados éticos. Pero hay más.

Por ejemplo: ¿Se han preguntado los periodistas de Canal 13 si su denuncia, que significó la detención del un personaje secundario, pero fanfarrón, no habrá servido para alertar y poner en guardia a los verdaderos responsables de este oscuro negocio de venta clandestina de armas?

En 1995, en un encuentro sobre temas éticos del cono sur de América, se planteó un caso aleccionador. Se trata de las dudas de un periodista que quiere denunciar a un empresario que se aprovecha de un grupo de trabajadores inmigrantes ilegales. No les paga bien y tampoco cumple con las exigencias previsionales. La denuncia, piensa, puede tener mucha espectacularidad y el empresario puede terminar en la cárcel.... pero. El gran pero es que, junto con un bien –el castigo a un infractor consuetudinario- se produce un mal: la pérdida de la fuente de trabajo de los inmigrantes y, posiblemente, el fin de sus sueños, ya que probablemente serán expulsados del país.

En este caso, el equilibrio entre los valores en pugna no tiene solución fácil. Y es que los dilemas éticos nunca la tienen. Pero lo importante es plantearse la duda.

Publicado en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas el 26 de octubre de 2002

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