Editorial

Reacciones poco felices

Enero de 2001

El año se inicia con más optimismo del que cabría esperar. Pese a que los pronósticos de la opinión pública respecto de la situación de las personas son menos auspiciosos que hace un año, todo indica que la economía, en téminos generales, irá mejor. Y que, finalmente, la reactivación deberá traducirse en una significativa creación de empleos.

Es claro que el Presidente Lagos, un año largo después de su frase sacramental en la noche de la primera vuelta electoral, en diciembre de 1999 (“he escuchado la voz del pueblo”), decidió que no podía seguir echándole la culpa al empedrado y en vez de ironizar contra los empresarios, optó por poner un hombre que debe generar confianza: el ex alcalde de Santiago, Jaime Ravinet, en el crucial Ministerio de la Vivienda.

Se ha dicho mucho acerca de la salida de Claudio Orrego, que aparece ahora como el pato de la boda. Pero la tarea de gobierno nunca es fácil y siempre - tras cada decisión- quedarán heridos y maleheridos en el camino.

Lo que no resulta reconfortante es la áspera reacción, tan pública y tan notoria de la Democracia Cristiana, que optó por manifestar su desagrado a través los medios informativos. Sus dirigentes no sólo reaccionaron ante lo de Orrego, sino que además, tuvieron el mal gusto de insistir en el desacreditado sistema del “cuoteo” con respecto del cambio de gobernadores.

No es una buena señal. Aunque el Presidente Lagos no ha salido indemne del difícil año 2000, sería un error creer que estos exabrupttos van a mejorar ante el electorado la imagen de la Democracia Cristiana. Lo más seguro es que sea al revés.

Abraham Santibáñez