Editorial

El argumento decisivo

Santiago, 09 de abril de 2001

Lo más grave del llamado “debate valórico”, renovado en las últimas semanas por el tema de la píldora del día siguiente, es la pérdida de serenidad de muchos de los actores involucrados.

En este caso, como ya ocurrió antes con el tema del divorcio, se esgrime como argumento adicional su posible vinculación con el aborto. Hace un tiempo, una nota presuntamente humorística en El Mercurio significó al final la salida de Andrés Rillón del suplemento Reportajes de los domingos y probablemente contribuyó más que muchos discursos a situar la discusión en su real nivel. Es probable, sin embargo, que Mariana Aylwin e Ignacio Walker, tan burdamente aludidos, no olviden nunca la pesada broma sufrida.

Ahora, con el tema de la píldora, los chilenos nos hemos visto enfrascados en largas disquisiciones acerca del momento en que se inicia la vida, olvidando que desde hace miles de millones de años no se ha creado vida en nuestro planeta. Hay nuevos seres humanos, para los creyentes son nuevas almas, pero la vida de cada uno de nosotros es sólo la continuación de un largo linaje que se inició mucho tiempo atrás.

Lo recordó muy oportunamente el domingo 8 de abril el médico Enrique Castellón, presidente de la Sociedad Chilena de Reproducción y Desarrollo, en una carta en El Mercurio.

“La vida, dice, se inició en este planeta hace unos tres mil 500 millones de años y la vida humana, en particular, evolucionó de aquella hace más de un millón de años y ha permanecido hasta nuestros días sin detenerse jamás”.

Como el punto acerca de las supuestas propiedades abortivas de la píldora está en si afecta o no al óvulo fecundado, el Dr. Castellón precisa que “es obvio para cualquier científico que el huevo fecundado está vivo”. Y añade que “la pregunta, en realidad debería ser cuándo considerar al individuo humano como tal. Esta pregunta que aún está abierta para la ciencia no tiene que ver con el mecanismo de acción del LNG (levonorgestrel), ya que no se ha demostrado que dicha droga tenga algún efecto sobre el huevo ya fecundado, ni antes, ni durante ni después de su implantación”.

La Iglesia Católica sostiene que desde el momento de la fecundación debe considerarse que existe un nuevo ser humano, con todos sus deberes y, sobre todo, derechos. Esa sería la razón para sostener que la píldora puede producir un aborto.

Aunque entre las descalificaciones que se esgrimen en el debate está la de ironizar acerca del conocimiento “científico”, la verdad es que la Ciencia -con o sin mayúscula- todavía no ha resuelto el problema ni tiene una respuesta definitiva. Buena parte de la humanidad piensa que el nuevo ser sólo puede considerarse a partir de la implantación en el útero del óvulo fecundado... y hay quienes creen que se debe esperar un grado de desarrollo de días o semanas.

Está claro, en buenas cuentas, que un católico que quiera apegarse a las enseñanzas de la Iglesia, no debería usar la píldora del día siguiente (no debería necesitarla, por cierto). Tampoco podría aceptar el uso de anticonceptivos “no naturales”. Pero, una vez más, como en el tema del divorcio y otros, es evidente que hay un vasto mundo más allá de las paredes de las iglesias...

Abraham Santibáñez