Editorial:

Del Ante-jardín al Chicle

Santiago, 07 de Abril de 2002

Tras el desborde de emociones que -con razón- produjo el insólito encarcelamiento de una vecina de Providencia, cabe profundizar un poco más en lo ocurrido.

Preocupa comprobar que apenas un puñado de comentaristas -entre ellos, Fernando Villegas- hayan llamado la atención sobre un aspecto crucial del incidente: la grieta que se podría abrir en la institucionalidad si persiste este tipo de rebeldías y ellas son apoyadas públicamente por la autoridad, como lo hizo el Presidente Ricardo Lagos.

El tema es apasionante.

Hay leyes injustas. Hay ordenamientos absurdos. Las ordenanzas municipales parecen ser buena muestra de los prejuicios y de los juicios precipitados de los chilenos. Pero existen. Por lo tanto, si creemos en la democracia y queremos lograr que se consolide y que no prospere el extremismo de quienes “no están ni ahí”, deberíamos revisar las reglamentaciones exageradas o injustificadas. Tal como se han preguntado los escasos disidentes en este caso: ¿Qué pasaría si mañana los descontentos deciden no pagar los impuestos? ¿o estacionarse dónde se les dé el gusto? ¿o, como ha planteado la jerarquía católica, se desconocen los resultados del censo porque nos merecen dudas?

Las reglas del juego pueden ser cambiadas. Eso es parte de la democracia. Pero no pueden ser cambiadas por decisiones personales, individuales, surgidas al calor del entusiasmo (o las frustraciones) del momento.

Por desgracia, en Chile vemos con frecuencia que ante un hecho lamentable- perros callejeros agresivos, muertes en las piscinas domésticas o por calentadores mal regulados- se opine de inmediato que la solución es generar nuevas leyes.

Nadie parece pensar que el exceso de reglamentaciones obliga a cuidar su cumplimiento, invirtiendo en ello tiempo y recursos humanos. El caso de Mónica Cisternas, la vecina rebelde, significó la movilización de personal municipal, de Gendarmería, del Poder Judicial, sin contar por cierto con las costosas horas-hombre-espacio de TV que insumió. Si no se hiciera así, si nadie se preocupara por el cumplimiento de las leyes, el resultado sería desastroso: disposiciones que se convierten en letra muerta y, por lo tanto, también el estado de derecho se desprestigia. Hay una escalada previsible: si yo no pago el “parte” por mal estacionamiento y no me pasa nada, mañana no me voy a preocupar por la contaminación que produce la quema de hojas y pasado mañana no voy a cumplir con las obligaciones pactadas con mi “nana”.... Y estamos hablando solo del nivel “micro”, que es parte del escándalo que debería preocuparnos en este escándalo, ya que una vez más lo “macro” pasa “piola”.

Lo primero que corresponde ahora es revisar las disposiciones injustificadas que nos han invadido como malezas en jardines mal cuidados. Esa es tarea de la prensa. Nos llevaríamos muchas sorpresas, como se nos explicó en una reunión de pauta en la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales. Nadie sabe, probablemente, todo lo que los legisladores o quienes tienen poder para controlar nuestras vidas, como los alcaldes, nos prohiben.

Una vez realizado este catastro de lo insólito y lo exagerado, obviamente lo que corresponde es derogar tales medidas. Ojalá aquí se movilizaran, con la rapidez y sentimiento con que lo han hecho ahora, las verdaderas autoridades del país: las figuras mediáticas, los héroes y heroínas de la pantalla chica que pueden hacer de un incidente mínimo un evento.... y dejar de lado los grandes y verdaderos problemas.

Lo tercero puede ser, precisamente , concentrarnos en los grandes, verdaderos problemas. Pero ahí el tropiezo es que hay gigantescas diferencias de apreciación, como nos lo hacen notas los líderes políticos todos los días. Por lo tanto, limitémonos a lo urgente, terminando con las disposiciones absurdas. Si no, nos va a pasar lo que en Singapur, donde no se puede mascar chicle en la calle.

Es cierto que se trata de una costumbre muy poco agradable para muchos, pero no puede pedirse a la policía que se dedique a controlar ese tipo de nimiedades.

OJO: a esta paso, para allá vamos.

Abraham Santibáñez