Editorial:

El censo: la intimidad agredida

Santiago, 24 de Abril de 2002

Por muchos años en las escuelas de Periodismo -tan numerosas en el Chile post-moderno- se ha repetido aquello de que no es noticia de que un perro muerda a un hombre. Por desgracia, hace rato que la abundancia de perros abandonados o de defensa en las casas e industrias, ha demostrado que en Chile es noticia que los perros muerdan a hombres... a mujeres y a niños. También es noticia que un censista haya sido atacado por un perro...

Lo importante, sin embargo, es que a pesar de este accidente y otros que era inevitable que ocurrieran, el censo 2002 se realizó. Oportunamente sabremos cuántos somos los chilenos y conoceremos bastantes detalles más acerca de nuestras intimidades.

Aunque tímidas, hubo algunas voces que expresaron su alarma ante tanto interés, juzgado excesivo.

Recordemos que el señor Cardenal había formulado criticas por la forma de preguntar, lo que, muy probablemente terminará, a la hora del recuento, en una nueva expresión de la profecía auto-cumplida. Monseñor temía que hubiera menos católicos dispuestos a confesarse tales y la polémica que siguió a su denuncia de los e-mail sirvió para que más de alguien lo pensara dos veces....

El escritor Pablo Huneeus anticipó otra observación: la de la inseguridad de los datos. Pese a las reiteraciones al respecto, el hecho de que en 1960 la joven periodista Raquel Correa presenciara la entrevista al Presidente Alessandri y después diera a conocer su contenido, no sirvió para tranquilizar a los suspicaces. Muchos estudiantes de periodismo se preguntaron por qué el Decano creyó necesario subrayar que su conducta no constituía una falta a la ética.

Pero el tema de fondo es otro. Después de haber pasado la prueba del censo 2002, amablemente formulada por un joven que actuó con profesionalismo y seriedad, me pregunto hasta qué punto es necesario tanto detalle.

Es evidente que mientras más respuestas tengan las autoridades, mejores decisiones se pueden tomar. Pero el costo de formularlas y el tiempo que toma todo el procedimientoi, conspiran contra su sentido práctico y su real utilidad. Estamos, una vez más, ante el viejo mal nacional de tratar de abarcar demasiado. “Por hacerlo mejor” (ese lema nacional más auténtico que “Por la Razón o la Fuerza”) el censo se convirtió en un ejercicio kilométrico, engorroso aun para personas con formación universitaria. A este paso, obligará pronto a tener dos días feriados por lo menos.

Sugiero que en los diez años que faltan para el próximo censo se reestudie de verdad el tema. Es cierto que necesitamos saber cuántos somos. Pero ¿qué es lo que realmente necesitaos saber? Creo que bastaría con tener una buena idea de nuestros niveles educacionales, del tipo de vivienda y equipamiento de que disponemos. Y, por cierto, si tenemos trabajo o no. Lo demás (religión, salud, relación de pareja) pertenece al ámbito personal y como tal no debería incluirse en un cuestionario obligatorio.

Así ganaríamos todos.

Abraham Santibáñez