Editorial:

Después del Diluvio ( o del Festival, si prefieren)

Santiago, 2 de Marzo de 2003

Durante mucho tiempo la impresión dominante fue que el único que cometía “errores comunicacionales” era el gobierno. No cabe duda, por ejemplo, que el ascenso del ministro Osvaldo Artaza se originó en sus supuestas habilidades comunicacionales. Pero ellas, a la hora del balance, cuando se determinó su caída, no fueron suficientes ante a los problemas reales que debió enfrentar. Una vez más se demuestra que no basta con tener empatía o “telegenia”. Y ello no es exclusivo de los organismos del Estado. En los últimos tiempos se ha hecho evidente que también otras instituciones y los particulares, por encumbrados que estén, pueden cometer graves errores comunicacionales.

Lo reconoció directamente Eduardo Monasterio, presidente del Holding Inverklink, ferozmente vapuleado por la filtración de datos provenientes del Banco Central. En una entrevista publicada el domingo 2 de marzo en El Mercurio, Monasterio explicó que la pérdida de confianza que afectó al grupo se debió a que fueron mal aconsejados, a que hicieron caso a quienes les sugirieron que mantuvieran “un bajo perfil. Fue un error. Nosotros no salimos a defendernos, no negamos todas las cosas que se decían... muchas de (las cuales) no eran ciertas...”

Inverlink tenía asesores. Pero en algún momento no lo hicieron bien o, lo que también suele suceder, no les hicieron caso. Lo menos probable es que haya ocurrido como dice Eduardo Monasterio que los asesoraran mal. Lo que pasa es que a veces hacer caso de los asesores en estas materias en las cuales todos creemos saber qué hacer no es fácil y el precio puede y suele ser elevado. Sin embargo, al final, el costo de hacer lo que uno cree lo mejor en una materia que no se domina siempre resulta peor.

El concesionario del sector 5 de Reñaca parece no tener asesores. Tal como se le vio en pantalla, es de la generación de los fundamentalistas que no toleran nada ni nadie, que se sienten dueños de la verdad absoluta y de todo, incluso del pedazo de playa al que postularon. También salió a la palestra el domingo 2, aunque debió hacerlo pagando un espacio para defender su actuación frente a la campaña contra el SIDA. También necesita un buen asesor: En su comunicado trata de esconder lo que millones de personas vieron “en vivo y en directo” en la pantalla de la TV: su actitud prepotente y ciertamente “matonesca” al expulsar a los activistas de la campaña y a los periodistas. Creer que basta con decir: aquí no ha pasado nada para arreglar la situación y, de paso, cargar una vez más contra los periodistas, es no entender la revolución profunda de las comunicaciones.

Es hora de que empecemos a mirar con más respeto a los periodistas en su calidad de asesores de imagen. Es una función para la cual están preparados y muchos pueden hacerlo con talento y buenos resultados. Es cierto que hay periodistas que mienten. O que no trabajan bien. En esto no se diferencian de muchos otros profesionales carentes de principios éticos. Pero ello no es la regla general. Y, algo más: en todos estos casos, desde Inverlink a Reñaca, una buena asesoría comunicacional necesita apoyos teóricos. Pero, sobre todo, de gente con criterio práctico, que sepa cómo llegar al público, que es lo que mejor saben -o deben saber- los periodistas.

Ahora se entiende por qué el ministro Artaza, antes de tener que abandonar su cargo, cambió a dos periodistas en su Ministerio. Nunca los quiso escuchar realmente. Probablemente no lo creía necesario.

Abraham Santibáñez

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