Editorial:

Una necesaria mirada hacia nosotros mismos

Santiago, 22 de Junio de 2003

El penoso proceso de análisis y autocrítica por el que han debido pasar los dos más importantes diarios de Estados Unidos no parece haber sido valorado en toda su magnitud. El reconocimiento de que el reportero Jayson Blair, de The New York Times, se había convertido en un verdadero catálogo de lo que no debe hacer un periodista honesto, y la revisión de The Washington Post de lo ocurrido con su información inicial sobre el rescate de la soldado Jessica Lynch son pasos que ningún medio, en ninguna parte del mundo, quisiera dar jamás. De hecho, muy pocos se atreven a darlos, aun cuando sea evidente que han cometido un error.

Como dijo recientemente el comentarista Ricardo Israel, la lección de estos dos diarios se resume en que han afrontado con transparencia una situación delicada. Y solo la transparencia nos permitirá superar la tentación de la corrupción y la mentira: reconocer un error, investigarlo a fondo, exponer la situación sin paliativos y, finalmente, como ocurrió con The New York Times, encargar a una comisión integrada por miembros del propio diario y de fuera la revisión de los procedimientos defectuosos, es lo único aconsejable en estos casos.

No siempre se procede así sin embargo. No sólo en los diarios y otros medios de comunicación se impone un oscuro espíritu de cuerpo. Las instituciones –públicas y privadas- prefieren atenerse al principio de que la ropa sucia sólo debe lavarse en casa y por ello nunca se sabe si realmente se lavó o no o si se terminó la posibilidad de ensuciarla de nuevo.

Empresas privadas, organismos del Estado, planteles de enseñanza… y, por supuesto, también los medios de comunicación, harían bien en entender que es cierto que sólo la verdad nos hace libres: libres para decidir, para premiar o castigar, libres para construir nuestro futuro como sociedad y como nación.

Abraham Santibáñez

Volver al Índice