Editorial:

Todavía falta un paso más

Santiago,  06 de Julio de 2003

Muchas veces, durante la dictadura nos repetíamos, como una voz de esperanza en las horas de depresión, que “no hay mal que dure cien años”. La dictadura no duró cien años, aunque no terminó de un día para otro. De hecho, pese al tiempo transcurrido desde el 11 de marzo de 1990, millones de chilenos creen que todavía vivimos en transición, palabra que ya espantaba a los censores de la revista Hoy hace casi 20 años.

Pero es un hecho de la causa que tampoco los cómplices de los horrores de la dictadura –ejecutores, partidarios, voceros- han sido capaces de soportar cien años.... de soledad, o de silencio. Han tenido el cuero duro, es verdad. Pero han ido entregándose a la presión generada por una conjunción de factores y la inminencia del simbólico aniversario Nº 30 del golpe. Hay asesinos confesos que han sentido la necesidad de aliviar su conciencia, iniciando un irreversible proceso de erosión del muro en que se encastillaron.

Pero no solo han hablado de los crímenes. Se reconocen errores: tropelías sin nombre; excesos sin justificación, que han marcado a todas las instituciones. Porque, por ejemplo ¿cómo explicar lo ocurrido con los cadáveres de las víctimas de Lonquén, arrojadas sin contemplaciones a la fosa común en Talagante después de haberles avisado a sus familiares que les serían devueltos? Por lo que se sabe ahora, ese fue el comienzo de un proceso, que ahora ha gatillado las últimas reacciones, cuando se desenterraron cadáveres y se trató de hacerlos desaparecer, en una torpe reacción que obligó a una peor improvisación. Fueron esas operaciones, de 1978 y los años siguientes, las que malograron las buenas intenciones de la Mesa de Diálogo, ya que pusieron en evidencia los errores de la información entregada.

Pero ha sido también esta comprobación la que ha derrumbado lo que parecen ser las últimas defensas, salvo aquellas de los sectores más irreductibles del pinochetismo.

Es un hecho histórico que ocho altos oficiales de la Era Pinochet hayan- hecho un explícito reconocimiento de que hubo “acciones que no se condicen con el recto proceder que debe orientar la conducta de un militar y, por tanto, son acreedoras de reproche, además de las responsabilidades que conforme a la ley puedan establecerse".

Es un gran avance. Pero indudablemente no puede quedar en el solo reconocimiento de que hubo crimen cuando se desenterraron clandestinamente decenas y cientos de cadáveres. Lo primero, lo que sigue esperando justicia y verdad es que hubo crímenes y que estos fueron negados sistemáticamente.

Esperemos que ahora, finalmente, quienes deben darlo, den el último, necesario paso para cerrar la transición.

Abraham Santibáñez

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