Editorial:

No olvidar que somos latinoamericanos

Santiago, 19 de Enero de 2004

Sin pretender adivinar el futuro, desde hace algunas semanas era previsible que la tenacidad mostrada por el Presidente Carlos Mesa y el creciente apoyo internacional a la "causa boliviana" iban a hacer mella en la irreductible posición chilena.

Lo ocurrido en Monterrey refuerza esta convicción: hay momentos en que los argumentos jurídicos, por sólidos que sean, empiezan a perder fuerza ante una arremetida de sentimientos y pasiones, en especial si se suma un temperamento fogoso, como el del venezolano Hugo Chávez, y una historia de dificultades internas como ha sido la de Bolivia en las últimas décadas. Esto forma parte de un bagaje negativo que no se puede controlar.

Sí se puede intentar mejorar, en cambio, la actitud generalizada de nuestra opinión pública y de quienes deberían estar a su servicio. Todavía hay manifestaciones de soberbia, como las que empiezan a caracterizarnos en el panorama latinoamericano, acompañadas a veces de un increíble menosprecio por el pueblo boliviano.

La mantención de la política tradicional chilena -la intangibilidad de los tratados y el respeto de la soberanía- no debería chocar con cierta capacidad de abrirse al diálogo, cuya mejor demostración fue la oferta del Presidente Ricardo Lagos, en Monterrey, de restablecer relaciones diplomática "aquí y ahora" con Bolivia. La mirada larga hacia el mundo, que se concreta en tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y países asiáticos, además de los preparativos para la reunión de la APEC, nos hizo perder de vista al vecindario. Cayendo en el mismo error del entonces joven editor económico de El Mercurio y hoy aspirante a la Presidente, Joaquín Lavín, muchos chilenos piensan que es hora de decirle "adiós" a América Latina.

Es precisamente al revés, y ese acercamiento revitalizado empieza -no lo olvidemos, porque es urgente- por Bolivia.

Abraham Santibáñez

Volver al Índice