Editorial:

Persistencia del ejemplo español

Santiago, 11 de Abril de 2004

Con motivo de cumplirse el primer mes de los atentados en Madrid que costaron la vida a casi 200 personas, se ha rendido homenaje a las víctimas y se ha recordado, con más calma que la que hubo entonces, la secuencia de hechos e informaciones de ese día, especialmente desde el gobierno de José María Aznar.

Ya estaba claro, pero ahora se advierte con horrible claridad, cómo toda la cúpula oficial intentó manipular la información para hacer creer al electorado español que se trataba de una acción de la banda terrorista ETA. Hubo, en realidad, una acción concertada de ocultamiento. Incluso la ministra de Relaciones Exteriores, Ana Palacio, se involucró internacionalmente en la operación al enviar mensajes a las representaciones españolas en todo el mundo a fin de que reiteraran el mensaje y desmintieran cualquier “rumor” sobre la eventual responsabilidad de Al Qaeda. Lo vimos en Chile, cuando el embajador en Santiago, cumpliendo al pie de la letra las instrucciones, se esforzaba por convencernos de lo que ya –por la diferencia de la hora con Madrid y la magia del satélite e Internet- no resultaba tan seguro.

En España, el resultado fue una fulminante rebelión ciudadana que frustró en las urnas las esperanzas del Partido Popular de seguir en el gobierno.

Es posible que en Estados Unidos se esté produciendo un proceso parecido. Tal vez más tome más tiempo, pero las obsesiones, desinformaciones y errores del gobierno de Bush llevaron al país a su peor tragedia en tiempos de paz: los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la desafortunada guerra en Irak están desatando un proceso que posiblemente culminará en noviembre, en las elecciones..

En la Casa Blanca, sin embargo, no es el fantasma del 11 de marzo el que se deja sentir, sino uno más antiguo: fue la ofensiva del Vietcong durante la celebración del Tet, en febrero de 1968, la que sacó a los demócratas del poder y destruyó las ilusiones norteamericanas en Vietnam. La guerra duró todavía bastante más, pero nunca se recuperó la esperanza de ganarla. Por el contrario, una sensación de derrota se apoderó crecientemente de la opinión pública, hasta obligar a una retirada sin gloria.

La rebelión de los iraquíes, las revelaciones sobre las torpes actuaciones de la Casa Blanca de Bush y las amenazas terroristas reiteradas a lo largo y ancho del mundo constituyen un fracaso sin atenuantes que algunos dirigentes norteamericanos pueden soslayar, pero que la opinión pública de ese país y del mundo entero no pasarán por alto.

Los ciudadanos españoles han dado un contagioso ejemplo de civismo que hay que tomar en serio.


Abraham Santibáñez

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