Editorial:

Irak: la última esperanza

Santiago, 23 de Abril de 2006

Miremos, por esta vez, hacia Irak.

Jawad al-Maliki, un shiita que vivió en el exilio por más de 20 años, asumió el pasado fin de semana la ambiciosa aunque nada grata misión de formar gobierno en Irak. Según Le Monde, “para ganarse la confianza de sus compatriotas deberá demostrar que los largos años de exilio no lo hicieron perder contacto con la realidad de su país”. Agrega, igualmente, que la tarea se complica por el hecho de que ha sido acusado de sectarismo debido a que “nunca ha vacilado en enfrentar a los kurdos, a los sunitas, a las tropas norteamericanas e incluso a los miembros de su propio partido”.

Es, sin embargo, la última esperanza.

Cuatro meses después de las elecciones, la principal promesa del gobierno de George Bush cuando invadió Irak, la de establecer la democracia, estaba en serio peligro de fracasar. La aventura bélica tropezó en estos tres años con innumerables obstáculos: fundamentalmente la oposición en el Consejo de Seguridad de la ONU y la poca credibilidad de su argumentación, que más tarde se derrumbó ante la realidad de los hechos, minaron gravemente la posición de Estados Unidos y sus aliados, cada vez más escasos y reticentes. La realización de las elecciones generales, permitió que se abriera, sin embargo, la puerta a la confianza de que el episodio terminaría bien. Pero, luego, pasaron cuatro meses sin que los propios iraquíes pudieran ponerse de acuerdo para organizar un gobierno estable. Tras una frustrante serie de negociaciones infructuosas el gobierno de Bush debió empeñarse a fondo para salvar la situación.

Eso es, sin duda, lo que representa al-Maliki.

Para el Presidente Bush el alivio fue instantáneo. El sábado proclamó su convencimiento de que este “acuerdo refleja la voluntad de pueblo iraquí que ha desafiado a los terroristas al votar por hombres y mujeres que quieren construir la nación del futuro. Este objetivo histórico que se ha alcanzado gracias a la determinación de los iraquíes hará de Estados Unidos una nación más segura”.

El optimismo puede resultar, una vez más, exagerado. Muchos temen, al igual que el comentarista de Le Monde, que Jawad al-Maliki, “no pueda entregar una solución mágica a los graves problemas de seguridad, a los males económicos y a la terrible violencia entre las distintas comunidades religiosas” de Irak.

Es difícil no estar de acuerdo con tan sombrío pronóstico, sobre todo mientras sigan los atentados suicidas. Ojalá nos equivoquemos.

Abraham Santibáñez

Volver al Índice