Editorial:

La larga furia de Evelyn

Santiago, 2 de Julio de 2006

La política, creen con optimismo algunas almas bien intencionadas, debe ser un ejercicio noble, cuya meta fundamental es el bien del prójimo y de la sociedad en su conjunto. Es posible. Sin ironía. Pero es difícil. Porque, al mismo tiempo, la experiencia muestra que hay que tener la piel dura.

Un amigo mío me decía, hace años, que los militares que incursionaban en política difícilmente resistían las derrotas: no era parte de su horizonte. Sin embargo, un político debe saber superarlas y persistir. En Chile tenemos ejemplos en todos los sectores: Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende experimentaron varias veces el voto negativo de la ciudadanía antes de llegar a la Presidencia. Aunque Joaquín Lavín no ha llegado a La Moneda, fue capaz de superar el trauma del primer intento y realizar una intensa campaña en 2005 hasta que la “locomotora” Piñera hizo descarrilar su candidatura..

Ser político y no morir en el intento requiere capacidad de recuperación, apoyo de los más cercanos y tenacidad. También es importante –a la larga- una memoria selectiva, que vaya guardando solo una parte de la historia, dejando de lado ciertos detalles que pueden resultar embarazosos y contraproducentes.

Aunque en tiempos en que el tema del género parece superado y es fácil ser acusado de machista, probablemente la mayor ventaja de los hombres sobre las mujeres en política es la capacidad de superar –o dar la impresión que han superado- los grandes o pequeños incidentes del pasado. De otro modo no se explica cómo, en un momento en que todo era favorable para la Alianza, cuando finalmente se consolidaban las fuerzas internas de la UDI y RN con miras a desatar una feroz lucha opositora contra el gobierno de Michelle Bachelet, la senadora Evelyn Matthei haya decidido cobrar de la peor manera la cuenta al ex candidato Sebastián Piñera. Su feroz arremetida no significó el derrumbe del conglomerado opositor, pero estuvo cerca.

Hay quienes creen, y así lo han escrito, que fue un regalo para el gobierno.

Resulta impensable. Pero no es imposible.

Abraham Santibáñez

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