Editorial:

Transantiago: prueba de fuego para el gobierno

Santiago, 11 de Febrero de 2007

La accidentada partida del Transantiago tuvo héroes y villanos. Los héroes de la jornada fueron, sin duda, los miles de santiaguinos que, creyendo o no en el sistema, se vieron obligados a utilizarlo desde el primer día y, una vez más, se encontraron con la ineficiencia y la desidia de quienes asumieron la responsabilidad de transportarlos de un lado a otro de la ciudad.

En el otro lado de la medalla, en cambio, hay un amplio y variado elenco. Las víctimas (los sufridos pasajeros) han identificados, con razón o sin ella a algunos. Aunque nadie cree que lo haya hecho gratuitamente, es posible que Iván Zamorano sea el que tiene menos culpa que cargar sobre sus hombros. Sí la tienen, las distintas autoridades que intervinieron en la implantación del proyecto cuando obviamente no estaba a punto. Hay que reconocer que el ministro Sergio Espejo, quien se hizo cargo del muerto cuando ya casi todo estaba decidido, ha tenido coraje y perseverancia. Junto a él, otros ministros tomaron acertadamente la medida decisiva: no seguir postergando la aplicación, aunque fuera partiendo con un período sin cobro. Es que evidentemente el Transantiago no resistía una nueva postergación.

Pero también está claro que faltaba mucho por afinar: más tarjetas, mejor preparación de los conductores, más información y más precisa, término completo de los trabajos de infraestructura, etc. Lo más importante, sin embargo, y de ello no cabe duda, es que la mayor debilidad de este plan reside en que ha sido implementado sobreponiendo los criterios técnicos a toda consideración humana o comunicacional. No deja de ser grave que un gobierno de la Concertación, cuyo rasgo más distintivo ha sido el de distanciarse de la economía “científica” impuesta por los Chicago boys, no sea capaz de comunicarse afectiva y efectivamente con los usuarios del transporte público santiaguino, tal como ya le pasó en Valparaíso.

Y no solo eso, al mismo tiempo, como lo señaló acertadamente Las Ultimas Noticias en su portada de este domingo, el peor villano de esta historia es el mismo de siempre: un viejo empresario, que se opuso a todo intento de modernizar la locomoción colectiva, que lideró en 2002 la mayor rebelión de “micreros” de nuestra historia reciente, intentó de nuevo poner en jaque al sistema. Manuel Navarrete “hizo tambalear” la puesta en marcha del Transantiago, precisó este diario. Ningún desmentido o aclaración o intento por disminuir la responsabilidad puede cambiar este hecho básico: hay un sector que todavía cree que en esta materia tiene el poder en sus manos.

Para el gobierno, la verdadera prueba de fuego no es su voluntad de cambiar el sistema de transporte, sino su capacidad de enfrentar con éxito desafíos como éste. Es lo que esperan los cientos de miles de sufridos de santiaguinos “de a pie”. Literalmente.

Abraham Santibáñez

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