Editorial:

Como en un cuento de hadas y brujas...

Santiago, 25 de Febrero de 2007

Fue un verano sin tregua.

Buena parte de la historia de Chile se ha escrito en pleno verano. La fundación de Santiago en un 12 de febrero es un buen ejemplo, ratificado mucho más tarde por la aparición de la Aurora de Chile justo al día siguiente del aniversario, el 13 de febrero de 1812. Pero también es cierto que durante largos períodos, una modorra mediterránea impuso la práctica de suspender la mayoría de las actividades oficiales durante el verano.

La historia ya dio una vuelta completa

En el siglo pasado, antes de la globalización, en casi todo Chile debimos olvidarnos de la doble jornada, el almuerzo reposado y la siesta “con pijama”, como aún se practica en algunas regiones. Después, gracias a la comunicación vía satélite, en muchas actividades fue necesario vivir con los horarios de Europa –relativamente cómodos, apenas a cuatro horas de distancia en muchos meses- pero también con los de Japón, China, Indonesia y Australia, donde el día termina cuando para nosotros recién comienza.

No es de extrañar, pues, que incluso ese sagrado descanso de nuestro verano, en especial en febrero, ya no sea como antes. Quienes todavía se hacían la ilusión de que era posible tomar distancia, ya deben haberse dado cuenta de que la Presidenta Bachelet acaba de demostrar que no se puede. Este verano, pese a que no hubo elecciones ni segunda vuelta, la guerrilla política no dio tregua. Probablemente errando su estrategia, los opinólogos de la Derecha se ensañaron con el Transantiago, descargando toda su artillería en sus falencias y debilidades.

Nadie garantiza que hayan ganado algo en esta batalla porque está claro que no han ofrecido mucho, salvo una crítica destemplada. Conviene, sin embargo, que el gobierno tome debida nota de los ruidos de la tormenta que obligaron a la Presidenta a alterar sus vacaciones. Ahora le corresponde poner orden, empezando por pedir cuentas a quienes –en nombre de su gobierno- pusieron en marcha un plan indudablemente necesario pero que hasta ahora arrastra una enorme carga negativa.

Por unos días del show de Marlene, de su marido-manager (¿o ex manager y casi ex marido?); de las hermanas Bolocco y las peleas en el dudoso ring de la fama mediática permitieron que los pasajeros del Transantiago vivieran sus penas y alegrías sin la vigilancia de las cámaras de TV.

Pero eso ya se termina: justo con la última campanada del Festival, tal como ocurre en los cuentos de hadas y brujas...

Abraham Santibáñez

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