Editorial:

Con la prensa hemos topado (una vez más)

Santiago, 8 de Abril de 2007

Aunque nunca estuvo exenta de tropiezos, la luna de miel de la Presidenta con los medios internacionales se prolongó por un año, lo que resulta bastante excepcional. Solo la brutal crisis del Transantiago le puso término y en la primera oportunidad en que pudo comentarlo, la Mandataria se quejó, tal como suelen hacerlo todos los gobernantes, de cualquier color, con o sin vocación democrática.

No le pareció bien, según precisó, que la CNN le dedicara tanto espacio a las nuevas protestas estudiantiles cuando ese mismo día la mayor parte de los chilenos habían estado trabajando, estudiando o, simplemente, viviendo sus vidas normalmente.

Es la inevitable sorpresa de quienes, desde cualquier profesión u oficio, miran al periodismo con desconfianza, como un mal necesario, y no logran convencerse de que –a pesar de los malos ejemplos de algunos “rostros” entusiastamente dedicados a la publicidad- la obligación de los profesionales de la información es buscar insuficiencias y errores y no cantar loas... incluso cuando simpatizan con quienes están en el poder.

Por lo demás, el mensaje reiterado por varios prestigiosos medios, entre ellos The Economist, The New York Times o la BBC, no ha sido especialmente ofensivo. Al contrario, al revés de algunos apasionados libretistas locales, la BBC de Londres dijo una serena verdad: “Con este cambio de gabinete, el gobierno de Michelle Bachelet intenta renovar su imagen y fortalecer su gestión, la que se ha visto debilitada a causa de una fuerte baja en el respaldo ciudadano y por diferencias originadas en su coalición de gobierno”.

Esta no es una denuncia como la del cuento del traje nuevo del Emperador, hecho con la tela invisible vendida por una pareja de embaucadores. El mensaje de estos comentaristas es que el gobierno chileno tiene una oportunidad excepcional de consolidarse. Pero que debe enmendar rumbos y que efectivamente la Presidenta ha dicho que así lo hará. El análisis registra que inicialmente se cometieron errores como la obsesión por la paridad de género y, sobre todo, el menosprecio explícito de la experiencia cuando se anunció que nadie se repetiría el plato. (Imagen doblemente desafortunada porque confirmaba la impresión de que se va al gobierno justamente a servirse y no a servir).

Como también fue un error, no suficientemente destacado, que se dejara sin respaldo a los Carabineros al criticar públicamente una de sus primeras actuaciones. Ciertamente era necesario ese llamado de atención, pero como sabe cualquier jefe, las amonestaciones públicas pueden convertirse en humillaciones que paralizan y desmotivan.

Todo esto ha sido parte del aprendizaje de las sutilezas del manejo del poder. Ha sido, sin duda, duro para la Presidenta, pero hay que reconocer que también ha sido duro para muchos chilenos, en especial en estos días para los usuarios del Transantiago. Teníamos un sistema deficiente. Pero permitía desplazamientos razonables y, sobre todo, en tiempos –obviamente muy largos- pero previsibles. Por ahora solo tenemos incertidumbres y frustraciones.

Satisfacer las metas iniciales del Transantiago, sin retroceder al viejo sistema, lleno de misteriosos hoyos negros financieros, impositivos, laborales y éticos, es el desafío. Que haya quienes lo pidan, desde aquí o desde más allá de las fronteras, no debería ser mirado como una ofensa.

Abraham Santibáñez

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