Editorial:

Chávez: por un camino equivocado

Santiago, 3 de junio de 2007

Pocos líderes hay, en el mundo de hoy, con la habilidad de Hugo Chávez para hacerse de enemigos. Su audaz golpe a la libertad de expresión –la clausura de RCTV- podría haber sido olvidado con la lamentable rapidez con que se olvidan las muertes de periodistas y las clausuras de medios en todas partes. Pero sólo el Presidente venezolano fue capaz de reencender la indignación con sus disparatadas acusaciones contra los jóvenes que protestan en su contra al tiempo que amenazaba, sin disimulo, a otro canal de TV y prácticamente al mundo entero.

Cuando las emprendió contra el Senado brasileño perdió o por lo menos puso en peligro su amistad con Luiz Inacio Lula da Silva. De la misma manera como sucedió antes en su relación con Chile, cuando agredió verbalmente a la Cámara Alta por el mismo motivo (expresar su opinión sobre RCTV), la institucionalidad democrática en su conjunto es la que reacciona. Ahora fue Lula. Antes, la Presidenta Bachelet.

Pocos, sin embargo, se hacen ilusiones. Chávez tiene recursos que administra generosamente y sin cortapisas. Y, sobre todo, cuenta con el favor de los nostálgicos del siglo pasado, los que no perciben la magnitud del cambio en el mundo entero y que no fue por obra y gracia de algunos iluminados (como se pretendía aquí, atribuyendo el mérito a Pinochet y a los Chicago boys). Inexorablemente, tal como viene siendo desde hace siglos, la humanidad avanza hacia estadios de mayor participación y democracia. El autoritarismo populista puede resultar atractivo por un tiempo. Pero tarde o temprano entra en crisis y queda como una fachada vacía o, para usar la expresión evangélica, como un “sepulcro blanqueado”.

Chávez tiene petróleo para un buen rato. Pero ¿tendrán los venezolanos paciencia para soportarlo por el tiempo que él quisiera?

Con tanto exabrupto, solo está girando contra un enorme capital que no es inagotable: la paciencia y la ilusión de sus compatriotas.

Abraham Santibáñez

Volver al Índice