Editorial:

Hacia una autonomía responsable

Santiago, 18 de Noviembre de 2007

Han sido días movidos: física y metafóricamente hablando.

Lo peor, para miles de chilenos fue el remezón de la tierra en el norte, seguido de un tipo de réplicas que ya creíamos superadas: la ineficiencia y la confusión. Es cierto que en el profundo cambio que ha experimentado la sociedad chilena en los últimos años hay que anotar ese derecho que reclaman muchos compatriotas a exigir ayuda ante la primera dificultad. Pero, por muy violenta que haya sido la manera de plantearla, la demanda de agua y algunos servicios esenciales, especialmente en Tocopilla, era justa.

Lo que ha agravado la situación es el sentimiento de que en el último tiempo, como ya ocurrió con un sismo anterior en la Primera Región, la reconstrucción tuvo una injustificada demora.

Desde el terremoto de Chillán (1939) por lo menos, el país se acostumbró a que, ante una emergencia, la ciudadanía respondiera solidariamente y las autoridades desplegaran eficiencia y rapidez.

No ha sido así esta vez y sería bueno que, aparte de las recriminaciones, echáramos una mirada a fondo a lo ocurrido. ¿Es tanto el cambio de paradigma que ya el Estado no considera parte de sus obligaciones responder en estos casos? ¿No es llamativo, acaso, que sea justamente la gente la que demande más eficiencia, consciente, como nunca antes, de sus derechos? ¿Y que, así como se responde con rapidez a las catástrofes en otros países, deberíamos esperar lo mismo cuando el desastre ocurre dentro de nuestras fronteras?

Hay un pedido creciente de mayor autonomía para las regiones. Pero, para que dicha autonomía funcione realmente, es indispensable que las autoridades locales sean capaces de asumir sus responsabilidades. No es posible que, en más de un caso, tras informar de lo ocurrido, den la sensación de que se limitan a esperar la ayuda.... porque todo se decide en la capital. Esa es la mejor manera de alentar el centralismo y mantener los prejuicios de quienes creen que ninguna ley va a prestar lo que “natura non da”: buen criterio y audacia para tomar decisiones.

Esto último, por cierto, también debe asumirlo la oposición. Si su papel va a ser armar escándalo por cada peso gastado sin el timbre correspondiente, es evidente que la capacidad de decisión de las regiones se va a postergar largamente.

Ante la emergencia, las autoridades locales deben tener las herramientas para actuar con rapidez. Ello no impide que, más tarde den ordenada cuenta de lo obrado y justifiquen los gastos. Lo otro es fomentar la desidia vía burocracia inoperante.

Abraham Santibáñez

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