Editorial:

¿Qué estudiantes de Periodismo queremos?

Santiago, 16 de Diciembre de 2007

Con el aterrador argumento de que estudiar periodismo es estudiar para cesante, el Colegio de Periodistas ha anunciado una campaña destinada a denunciar el “negocio” de la enseñanza en este campo.

La decisión es discutible, pero hay que suponer que alguien más, aparte de los dirigentes del colegio, la ha suscrito. También se pidió la opinión de algunos directores de Escuelas y esta fue transversalmente negativa, desde el estado llano hasta las cumbres de los Andes, por decirlo de manera literal.

La gran pregunta, sin embargo, es a quién sirve esta campaña. ¿Va a terminar con todas las escuelas que hace más de medio siglo fueron impulsadas por visionarios y generosos periodistas? ¿O va a lograr el cierre de los establecimientos que no están a la altura de los actuales estándares del sistema universitario chileno? ¿O, como sin duda podrían pensar los que siempre encuentras conspiraciones en marcha, para que las empresas, suban las exigencias y bajen los sueldos?

Como fuere, la gran carencia de esta campaña y de su planteamiento es que no apunta a lo que históricamente ha sido el papel del Colegio de Periodistas y que se resume magistralmente en los dos primeros artículos del Código de Ética:

Primero: Los periodistas están al servicio de la verdad, los principios democráticos y los derechos humanos. En su quehacer profesional, el periodista se regirá por el principio de la veracidad, entendida como una información responsable de los hechos. El ejercicio del periodismo no propiciará ni dará cabida a discriminaciones ideológicas, religiosas, de clase, raza, sexo, discapacidad, ni de ningún otro tipo, que lleven a la ofensa o menoscabo de personas naturales o jurídicas.

Segundo: El periodista difundirá sólo informaciones fundamentadas, sea por la correspondiente verificación de los hechos en forma directa o con distintas fuentes, sea por la confiabilidad de las mismas. Una fuente es considerada confiable por su conocimiento y experiencia en el tema tratado y/o por su independencia respecto de intereses ajenos a la finalidad esencial de divulgar la verdad.

Esta es nuestra gran falencia, y encararla es, sin duda, el mayor desafío de los profesionales y las empresas de comunicación. Si la intención del Colegio de Periodistas fuera aunar fuerzas, esta es la oportunidad, cuando el desenfreno de algunas figuras –principalmente “comunicadores”, aunque lamentablemente también hay periodistas- ha llegado a la cúspide como lo prueban la difusión de un video grabado por una deslenguada opinóloga y los excesos verbales de dos comentaristas contra otro canal.

Hasta el momento es poco lo que se ha hecho. En parte, y ello me consta porque durante tres años integré el Tribunal Nacional de Ética y Disciplina del Colegio de Periodistas, porque no se pueden acoger denunciar en casos en que no solo no se trata de periodistas colegiados, sino ni siquiera de periodistas.

El propósito de extender la responsabilidad ética a todos quienes usan (y abusan) del micrófono o el computador, quedó en una buena intención con la modificación de la Constitución en 2005. Pero no se ha hecho nada más y es de temer que los excesos de todo tipo que se presencian y escuchan, terminen con disposiciones restrictivas, como lo acaba de recordar el Consejo Nacional de TV.

No es que sobren periodistas. Faltan buenos profesionales, bien preparados y éticamente responsables.

Abraham Santibáñez

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