Editorial:

Un prudente escepticismo periodístico

Santiago, 27 de Enero de 2008

Según parece, era inevitable que Maddie apareciera en Chile. La conmoción mundial provocada por la desaparición de la niña británica en Portugal generó un eco natural en nuestro país. Como resultado, alguien la avistó en Vicuña y en este país, el mismo donde los desaparecidos fueron “presuntos” por décadas, la policía salió diligente a buscarla. No la había encontrado cuando el abuelo de Haylee Dreyer, un chileno que vive en Estados Unidos, se presentó a Carabineros en Valparaíso, temiendo que sus planes de regreso tuvieran inesperados tropiezos.

Algunos comentaristas han opinado que este tipo de situaciones refleja un afán de notoriedad chileno que se remonta a los míticos concursos acerca de la bandera o el himno nacional más hermosos. Algo debe haber, pero también es cierto que hay mucho razonamientos incompleto y poco trabajado. (Se parece a la idea fija de que a la hora de pagar los impuestos y las patentes de los vehículos o comprar los regalos de Navidad, los chilenos siempre esperamos la última hora.)

La reiteración de estos lugares comunes revela, sobre todo, falta de imaginación de los periodistas, cuya capacidad de diagnosticar el “carácter nacional” naufraga, como el Titanic, al chocar con el témpano del trabajo rutinario.

Estas “características típicas” no son tales, lo que no las hace mejores ni peores, ni más o menos verdaderas. El problema no es exclusivamente chileno ni se origina en el exceso de oferta de las Escuelas de Periodismo, como nos quiere convencer el Colegio de Periodistas: es un problema mundial. Así se vio en los últimos días debido a la lamentada muerte del actor australiano Heath Ledger.

La noticia reveló claramente un problema que estaba escondido, como un volcán a punto de estallar: los peligros del periodismo hecho “en tiempo real” en Internet y donde se confunden informes oficiales, notas periodistas de corte tradicional y el diluvio informativo de los aficionados que transitan por lo que una vez se llamó la supercarretera de la información.. Como se concluyó en el blog dedicado al espectáculo del diario Los Angeles Times, esta carrera la perdió “la exactitud”, que solía ser una de las cualidades principales del periodismo de antaño.

Lo que pasó, según el diario de Los Angeles, debido a “la carrera de los nuevos medios digitales por golpear” ejemplifica el problema. “La noticia de la muerte de Heath Ledger explotó caóticamente a través de Internet, con hechos, errores, inconsistencias y confusión que volaban en todas direcciones

En un análisis de la publicación especilizada Editor & Publisher se puntualizó:

  • Los errores comenzaron cuando el portavoz de la policía de Nueva York informó equivocadamente que Ledger había muerto en el departamento de Mary-Kate Olsen. La información errada apareció incluso en The New York Times inicialmente.
  • Cuando el portavoz se corrigió, los medios hicieron la rectificación correspondiente, pero quedó la sensación de que inicialmente se habían limitado a repetir sin verificar la información. El sitio farandulero TMZ fue sindicado como uno que siempre va en la delantera, especialmente a la hora de equivocarse.
  • Comentó E & P: “Lo que se está viendo ahora es un anticuado proceso –el reporteo- que se visualiza en tiempo real mientras se va desarrollando. Si el público quiere la información tan inmediata como sea posible, tendrá que acostumbrarse a ver algunos pasos en falso en el camino y deberá acercarse a los golpes noticiosos con una sana dosis de escepticismo, tal como lo haría un buen periodista”, ya que “nunca las noticias llegan totalmente desarrolladas”. El proceso para completarlas puede tomar horas a un periodista, subraya el comentario.

Heath Ledger merecía algo más que una comedia de errores en torno a su muerte. Mejor dicho: el público debería exigir un trabajo mejor a periodistas que deberían ser más desconfiados. Ya sea en Estados Unidos o en Vicuña, Chile.

Abraham Santibáñez

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