¿Buenos negocios con China?

En China no hay libertad de expresión. Para Reporteros sin fronteras, este país es uno de los “puntos negros” del planeta en esta materia. El 2 de junio la periodista Elena de Regoyos informó en Periodistadigital.com, que quienes pretenden ejercer el periodismo deben aprobar un “Examen de ideología comunista”. Tampoco hay otras libertades que en Chile se consideran esenciales. A comienzos de este año, el Departamento de Estado norteamericano dio a conocer un informe de 72 páginas sobre el tema al otro lado de la Cortina de Bambú y, naturalmente, la conclusión es negativa: “El balance sigue siendo pobre y el gobierno sigue cometiendo numerosos y graves excesos. Los ciudadanos no tienen derecho a cambiar su gobierno y muchos que han expresado abiertamente sus puntos de vista diferentes fueron acosados o detenidos, en medio de una campaña contra escritores, activistas religiosos, disidentes y quienes han formulado peticiones al gobierno central. Las autoridades han actuado con rapidez para suprimir los grupos religiosos, políticos o sociales que perciben como una amenaza contra su autoridad o la estabilidad nacional”.

Esta comprobación no impide que los norteamericanos, desde 1971 cuando el Presidente Nixon abrió las puertas de China Popular, haya optado por mantener una relación ambigua: negocios cuando pueden, denuncias contra los excesos, especialmente después de Tien An Men, hace 16 años, y una creciente preocupación porque ahora “el gigante amarillo” se esté apoderando del control de la economía mundial.

Para Chile, China ha sido históricamente un socio apetecible. Pese al costo para la pequeña y mediana empresa, tiene el fascinante atractivo de que produce a bajo costo. Pero, además, cada día consume astronómicas cantidades de materias primas: es actualmente el mayor productor de carbón, acero y cemento, el segundo consumidor de energía y el tercer importador de petróleo del mundo. Como resumió hace un par de semanas la revista Newsweek: “En el momento culminante de la revolución industrial, Gran Bretaña fue bautizada como ‘el taller del mundo’. El título correspondería ahora a China. Produce los dos tercios de las fotocopiadoras, hornos de microndas, aparatos DVD y zapatos. Y, según parece, confecciona todos los juguetes que se venden en toda la tierra”.

Construir “un puente sobre el Pacífico”, aunque sea con un extremo en el norte y otro al sur del sur, es tan atractivo, que con este lema partió en mayo pasado el Consejo Bilateral de Negocios China-Chile. La ceremonia, por parte de nuestro país, la encabezó el canciller Ignacio Walker, a quien acompañaba un nutrido grupo de empresarios. El Consejo aspira a mejorar la actividad económica de los privados, al tiempo que el Ejecutivo se ha empeñado en sacar adelante el Tratado de Libre Comercio.

En esta perspectiva, era lógico que Codelco, nuestra poderosa empresa estatal del cobre, proclama como “un éxito” el haber cerrado un acuerdo con la empresa china Minmetals, principal comercializadora del llamado “metal rojo” . En virtud de este convenio, durante quince años, cada año nuestro país entregará 56.700 toneladas de cobre a los chinos, a cambio de las cuales recibirá un pago a precio garantizado y un adelanto de 550 millones de un total de dos mil millones de dólares.

Todas buenas noticias, ¿verdad? ¿Por qué entonces nos va a inquietar lo que pasa en materia de derechos humanos detrás de la Cortina de Bambú?

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Junio de 2005

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