Regalos venenosos

Según una encuesta realizada por la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales, los chilenos sostenemos mayoritariamente (52,3 por ciento) que nuestra principal preocupación para Navidad es “la felicidad de los niños”. Pero, hay buenas razones para sospechar que se trata de una manera de sacarle el bulto a nuestra fe fundamental: el culto al consumo.

Conforme la misma encuesta, el rito de los regalos es parte crucial de esta religión. Aunque el 45 por ciento de los santiaguinos asegura que su presupuesto total para obsequios navideños no supera los 50 mil pesos, hay motivos para dudar. No siempre los niños son la prioridad y a menudo, igual que el compadre de Condorito, se impone el ánimo de “no fijarse en gastos”. De poco sirven los llamados a la sobriedad de las autoridades morales.

Así las cosas, parece difícil que tenga buena acogida el último llamado formulado por el Tribunal de Etica y Disciplina del Colegio de Periodistas. Algo ingenuamente, pide a los profesionales de la información que –por razones éticas- devuelvan todos los regalos que “excedan en valor a la calidad de (simple) cortesía”. No se fija una cifra, pero resulta evidente que el límite de una “cariñito de cortesía” está por debajo de los 50 mil pesos.

El tribunal, que preside Guillermo Sandoval, se pronunció por una razón ciento por ciento periodística: la actualidad. Precisamente esta es la temporada en que las redacciones de los medios se ven inundados de hermosos paquetes primorosamente envueltos. Como el incómodo tábano del filósofo (o el Pepe Grillo del cuento), se recuerda, en primer lugar, lo básico: “La función profesional periodística no requiere otra gratificación –sea premio, regalo o invitación especial- que el salario contratado por tales funciones y la conciencia del trabajo bien hecho”.

Esto significa, como también se subraya, que según el Código de Etica de su Colegio, un periodista no puede aceptar “retribuciones o gratificaciones de personas, empresas o instituciones”. ¿La razón? “Ello limitaría su libertad para informar sobre éstas (empresas o personas)”.

Puestos en plan de combate, como Quijote que las emprendía contra los molinos de viento, los integrantes del tribunal del Colegio de Periodistas dan una noticia que pocos saben: que esta práctica de los regalos ya no es solo en Navidad. Y que los montos no parecen tener límites. Algunos privilegiados gozan de tratamiento excepcional. Denuncia el tribunal que “hay empresas que promueven el uso de sus productos a título gratuito –incluso automóviles- por parte de “rostros” de los medios de comunicación”.

La ecuación es simple, comenta: “Para un periodista no es posible perseguir responsabilidades éticas públicas si antes no se libera de todos aquellos aspectos que pudieran condicionar su actuación”.

En otras palabras, las malas prácticas que convierten en un “matrimonio de conveniencia” la relación entre publicidad y periodismo, pueden transformarse en la peor mordaza del periodismo libre y autónomo. Peor que ninguna otra porque se acepta voluntariamente… generalmente con mucho entusiasmo.

15 de Diciembre de 2006

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