Ética y justicia

Señor Director:

Los últimos meses han estado marcados por una tendencia inquietante: la creciente inclinación de los particulares a resolver sus quejas con los medios de comunicación a través de los tribunales, por una parte, y, por otra, la de algunas autoridades a quejarse en público de lo que consideran conductas inadecuadas de medios y periodistas.

Conforme una tendencia mundial, creemos -y así lo ha manifestado desde su constitución el Grupo de Reflexión Ética de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales- que la mejor manera de asegurar el ejercicio responsable de la libertad de expresión es mediante la autorregulación. La experiencia indica que todas las legislaciones pueden ser utilizadas tarde o temprano para frustrar las buenas intenciones originales. Por esta vía se ha llegado a la formulación -nada práctica, pero que suena bien- de que la mejor legislación de prensa es la que no existe.

En Chile existen dos mecanismos de autorregulación periodística: el Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas y el Consejo de Ética de los Medios de Comunicación. Aunque inicialmente hubo alguna resistencia frente al Consejo y al Tribunal todavía se les pasa la cuenta por insuficiencias que escapan a su control, ambos han logrado el respeto de sus pares. No tienen, en cambio, el debido reconocimiento de la opinión pública. Ni siquiera, en realidad, gozan de un adecuado conocimiento.

Como hemos advertido con preocupación en el Grupo de Reflexión Ética, quienes son víctimas de agravios en los medios los aceptan resignadamente, si el asunto no es excesivamente grave. En cambio, si se trata de algo que realmente molesta u ofende, se opta por el camino judicial. Conviene subrayar en este punto una distinción esencial: la que existe entre lo ético y lo judicial. Precisemos.

Un problema ético deriva, generalmente, como lo ha argumentado de manera muy sólida el doctor Rushworth Kidder, fundador del Instituto para la Ética Global, de un choque entre valores: entre verdad y lealtad; justicia y compasión; individuo y comunidad; corto y largo plazo. En esta perspectiva, por ejemplo, el derecho a la información siempre deberá equilibrarse con el respeto a la intimidad de las personas. Aunque sería un error deducir que la ética es, por lo tanto, elástica, es evidente que cada situación debe considerarse de manera individual. Cuando, en cambio, se opta por un anti-valor: la mentira, la morbosidad, la apelación a los bajos instintos; el resultado es generalmente una infracción a la ley y la persona afectada tiene derecho a recurrir a los tribunales para defenderse.

Conviene insistir, sin embargo, que ésta debería ser una decisión extrema. Los abusos de este derecho inevitablemente van mellando la libertad de expresión; se va imponiendo la autocensura y la sociedad termina por perder su capacidad de interesarse y exigir el conocimiento de lo que realmente ocurre.

La autorregulación, entendida como el juicio de los pares, que no es una opinión a lo amigo, sino una exigencia del más alto nivel profesional, debería proporcionar la respuesta equilibrada al malestar del público y los eventuales excesos de los periodistas y los medios. Por eso es de lamentar que no se recurra a las instancias creadas por los periodistas y las empresas.

ABRAHAM SANTIBÁÑEZ
Miembro del Grupo de Reflexión Ética
Escuela de Periodismo, Universidad Diego Portales

Publicado en el El Mercurio como Carta al Director, abril de 2002