Entre Adán y Don Otto

Nadie puede estar contento con lo que ocurre en la Fuerza Aérea. Las instituciones no sólo son permanentes como suele decirse. Hay algunas que forman parte de nuestras vidas y tradiciones y sus problemas nos duelen como nos duelen los problemas de los amigos pero, además, nos preocupan como preocupan las tensiones en las familias o en las organizaciones y empresas. Y lo que está ocurriendo dentro de la FACH, cualesquiera sean las decisiones finales, empezando por las del Poder Judicial, nos deben inquietar a todos.

Si se plantea de esta manera la situación, me parece importante hacerse una primera pregunta: ¿Cuándo empezaron estos problemas?

No se puede decir ciertamente que todo lo inició el reportaje del diario La Nación con las confesiones de “Colmillo Blanco”. Sería caer en la misma mirada superficial de quienes acusan al periodismo y a los periodistas de todos los males, los que rompen el termómetro en vez de combatir la enfermedad que causa la fiebre, o que, ante la infidelidad flagrante, optan por vender el sofá, como en el viejo cuento de Don Otto, que ya nadie recuerda, pero que siempre ilustra este tipo de situaciones.

Hay otro extremo. Lo que el periodista y escritor Guillermo Blanco ha llamado el “complejo adánico”, es decir, remontarlo todo a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Ello es posible, pero en cualquier recorrido por la historia es fácil perder el hilo de la narración y, muy especialmente, el interés del lector. Porque, ¿quién puede tener tiempo, si tuviera interés, para tan extenso ejercicio?

Trataremos, pues, de encontrar un punto más cercano a nuestra realidad diaria.

Personalmente creo que es necesario considerar lo que ocurrió en la FACH en los últimos 30 años. Por algo un grupo de 21 oficiales en retiro, condenados por traición a la patria, ha exigido –según su propia expresión- que los tribunales limpien su honor y declaren nulo el proceso que los involucró y cuyo protagonista era el general Alberto Bachelet.

Independientemente de la actuación que se critica, lo que salta a la vista es que, en proporción al número total de integrantes, la FACH fue probablemente la rama castrense con más oficiales que no quisieron sumarse al golpe del 11 de septiembre de 1973. Y esta actitud distante, pese al entusiasmo del comandante en jefe de la época, el general Gustavo Leigh, quien proclamó al mundo su convicción de que era necesario extirpar “el cáncer marxista”, se mantuvo en el tiempo. Recordemos que en 1978 Leigh fue obligado a renunciar y con él la mayor parte de los generales. Su sucesor, el general Fernando Matthei, sostuvo entonces que aceptaba el cargo sólo para evitar “la marea gris”, es decir una intervención directa del Ejército.

Tampoco en democracia han cesado los problemas. Acusaciones de abuso de privilegios, como las exóticas importaciones de muebles de rattán, o directamente de corrupción, como las que ahora hace el general Topali, revelan un ambiente enrarecido por decir lo menos.

Parte importante de los problemas se deben, probablemente, a una incertidumbre en el liderazgo. Ya sabemos que un líder no es sólo quien dice serlo, sino quien da ejemplos de prudencia, capacidad de mando y transparencia.

Es, ciertamente, lo que hace falta en este caso.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 12 de octubre de 2002

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