Dime donde vives...

Esta es una pregunta que pocas veces se plantean los seres humanos, unos porque no la necesitan, otros porque no creen que la puedan lograr: ¿Por qué es feliz la gente feliz?

Restringiéndola solamente a los santiaguinos –como corresponde en un país que sigue siendo fuertemente centralizado- la Fundación Futuro tiene una respuesta: “La mayoría de las personas, según una encuesta telefónica realizada el 18 de noviembre, se siente contenta por los hijos (80 por ciento), la familia, (79 por ciento), el lugar donde vive (72 por ciento)”.

Al dar a conocer estos resultados, el presidente de la fundación, Sebastián Piñera, recalcó que le parecía evidente que para los encuestados “el dinero no hace la felicidad”: de acuerdo al sondeo, el dinero (34 por ciento) y el sueldo (29 por ciento) figuran al final de las prioridades que permiten “ser feliz”.

Esta encuesta, en coincidencia con otra entregada pocos días antes, subraya una visión positiva, con una fuerte presencia valoriza y espiritual. Aunque no están entre sus primeras prioridades, los encuestados valoraron altamente los amigos, la relación con la madre, la vida espiritual y la pareja.

Una sola nube empaña este horizonte de la extrema felicidad. Y podría ser un nubarrón bastante espeso y oscuro: la felicidad de los santiaguinos va de la mano con el lugar en que viven, y ello, en términos generales, refleja una muy diferente situación económica. Geográficamente esto significa que los santiaguinos que viven cerca de la cordillera son (o dicen ser) más felices que los que viven hacia el sur o el mar. Pero, como señaló Piñera, “estas diferencias no se deben precisamente a estar mas o menos cerca de la cordillera, sino que están claramente relacionadas con el nivel socioeconomico”.

Hay una tarea pendiente en este ejercicio. Consiste en tratar de establecer cómo se relaciona el nivel de ingreso con la felicidad que se atribuye a los aspectos mayoritariamente mencionados como decisivos a la hora de considerarse felices o no.

Por ejemplo, aunque la vida espiritual no está en el primer lugar, figura destacadamente, con un 68 por ciento entre las razones para ser feliz, lo que significa que más de los dos tercios de los encuestados la consideran muy importante. Pero ¿realmente pueden satisfacer sus necesidades de este tipo los católicos de las poblaciones del sur y el poniente de Santiago, donde según cifras oficiales del Arzobispado hay una proporción abrumadoramente menor de locales de culto que en el barrio alto?

No se pude establecer relaciones mecánicas entre distintos datos, pero sí, como se dice, gran parte de los conflictos matrimoniales se debe a problemas económicos, no sería aventurado decir que es más fácil que alcanzar la felicidad en un hogar que no pasa penurias a fin de mes.

Otras relaciones no son tan claras, pero parece evidente que el dinero, aunque no hace la felicidad, contribuye a que uno pueda sentir que los hijos son una bendición y no una carga, tanto a la hora de alimentarlos y vestirlos como a la de enviarlos al colegio o a la universidad.

Tal vez por todo esto, pese a que ha aumentado la proporción de personas que declaran estar enamoradas de 62 a 67 por ciento en un año, también hay más personas que dicen sufrir de stress o depresión, hasta llegar al 51 por ciento. Y, de nuevo, el mapa santiaguino con el cual la Fundación Futuro ilustró estos resultados, marcó simbólicamente con gris las comunas de los barrios del sur y el poniente de la capital.

Mientras no se extienda el análisis a regiones, se puede seguir creyendo que fuera de Santiago, la calidad de vida es significativamente mejor que en la capital misma.