¡Ay, Gemita...!

 

El “fenómeno Gema Bueno” ha puesto en evidencia una de las mayores debilidades del periodismo chileno: su incapacidad de mirar un poco más allá cuando va pisándole los talones a la noticia. Tomando al pie de la letra el dicho bíblico, los profesionales de la información trabajan como si cada día tuviera su propio afán. Sólo cuando las contradicciones son monstruosamente evidentes, hacen un alto en el camino y miran en torno suyo como preguntándose: ¿en qué estábamos?.

Desde la detención de Claudio Spiniak, en círculos periodísticos se habló de jóvenes de la Caleta Chuck Norris que podían aportar antecedentes sobre redes pederastas y pedofilia. Parecía una gran noticia, adecuada para salir al paso del Canal 13 que golpeó las conciencias con las revelaciones iniciales sobre el tema. Poco importaba –a decir verdad- que a estas alturas el tema hubiese dejado de ser novedoso: los “sabuesos” habían encontrado un objetivo y estaban lanzados tras él. En ese momento entró en escena la diputada Pía Guzmán, destapando una Caja de Pandora que hasta ahora no se ha cerrado. En una gigantesca espiral, siguieron apareciendo nuevos nombres, testigos invariablemente calificados como “clave”, más relatos escalofriantes y –como reina de la fiesta- Gema (“Gemita”, insiste) Bueno.

Es la testigo por excelencia. Habla bien, modula con claridad, y –maravilla de maravillas- no teme dar nombres y describir situaciones escabrosas. Tiene, además, buenos avales.

Visto en la perspectiva del tiempo, este largo encadenamiento de hechos muestra una acumulación de insuficiencias en el trabajo periodístico. Lo primero es la falta de perspectiva, el gran aporte que pretendían imponer hace más de 80 años, los fundadores de la revista Time. Después se sumaron otros errores: no hubo o no se advierte que lo haya, habido, ningún análisis crítico. No hay filtros ni dudas. Por el contrario, parece que, de pronto, se cumpliera el gran sueño de los periodistas de todos los tiempos: una inagotable fuente de verdad absoluta..

En Estados Unidos, los medios han tenido cometido graves errores debido al exceso de confianza en sus periodistas. En Chile, las fallas se produce en nun escalón más básico: la incapacidad de tomar algunos resguardos elementales. Día a día, cada “revelación” del oráculo surgido de la Caleta Chuck Norris, bien peinada y bien trajeada, fue transmitida a los chilenos sin mayor crítica. Cuando Canal 13 entrevistó a Gemita y se le preguntó por qué no intentó conseguir la opinión de la parte tan violentamente acusada, se respondió que, precisamente para no manchar su honor, no se le nombró y como no se le había nombrado, no correspondía darle tribuna ni derecho a respuesta.

A pesar de las reconvenciones del Consejo de Etica de los Medios –que afectaron al Canal 13 y a Chilevisión- el rating pudo más. La fiesta siguió adelante... hasta ahora, en que Gemita borra con el codo lo que dijo cuando estaba borrando lo que había dicho ante el juez en su segunda declaración, que era distinta de la primera, que era distinta de lo que dijo a los medios previamente...

Nadie sabe dónde puede terminar.

Pero me temo que sabemos donde va a terminar los medios que tan fácilmente han recogido y difundido sus versiones: en una brutal pérdida de credibilidad, que sigue siendo, después de todo, su más valioso capital.

 

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en agosto de 2004

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