El general saca la voz

Cada noche, la televisión por cable nos muestra como los índices bursátiles suben o bajan en el continente. Un índice parecido nos habría mostrado en los últimos días que mientras la popularidad de George Bush cae, víctima del huracán Katrina, repuntan fuertemente los bonos del general retirado Colin L. Powell. Si se recuerda que en un momento figuró entre los posibles presidenciables, es fácil pensar que puede estar empezando la siempre larga e impredecible marcha hacia la Casa Blanca.

Powell, quien desempeñó un papel decisivo en la estrategia de Bush contra Sadam Hussein, ha estado usando desde el año pasado la televisión como tribuna para limpiar su imagen. Está convencido, sin embargo, como aseguró este fin de semana, que su discurso en Naciones Unidas en 2003, le dejó una “mancha” permanente. En esa oportunidad, como Secretario de Estado, empeñó todo su prestigio para respaldar la tesis de que los arsenales de Irak contenían armas de destrucción masiva. En ese escenario, la invasión se hizo inevitable. El régimen iraquí se derrumbó, Sadam Hussein fue detenido y está a la espera del juicio, pero la guerra que parecía resolverse rápidamente, se empantanó y, lo peor, nunca se encontraron las armas prohibidas.

En varias oportunidades, desde el año pasado, Powell ha enfrentado públicamente la realidad.

A veces lo ha hecho con humor. Otras, en tono más airado. Para los analistas norteamericanos, es la respuesta típica de un hombre que se formó en el duro ambiente del Bronx cuando niño (sus padres eran inmigrantes jamaiquinos) y que enfrentó una guerra de verdad en Vietnam. Según la versión publicada en The New Yorker, alguien contó que Bush durante la guerra dormía como un niño.”Yo también duermo como un niño”, habría dicho Powell: “cada dos horas me despierto llorando”. Como ya he contado en este espacio, durante la transmisión en vivo del programa dominical “Meet the Press”, en mayo del 2004, mostró una faceta menos amable. El anfitrión, Tim Russert, le preguntó por el discurso del año anterior ante el Consejo de Seguridad. Al momento en que iba a responder la cámara giró violentamente hacia un grupo de palmeras, dejando fuera su imagen, como poniendo fin a la entrevista. La confusión sólo terminó cuando el propio Secretario de Estado, exasperado, le pidió a Emily Miller, su asesora de prensa, que se “hiciera a un lado” y lo dejara seguir. En la continuación del diálogo, Powell reconoció que en su momento había hablado sobre la base de “la mejor información que la CIA puso a mi disposición... Desgraciadamente, con el tiempo se ha demostrado que esa información, acerca de las armas de destrucción masiva, era equivocada”.

La semana pasada, en conversación con la famosa periodista Barbara Walters, de la cadena ABC, agregó que su intervención de hace más de dos años, “fue dolorosa entonces” y “sigue siendo dolorosa ahora” Hizo ver que le parecía “devastador” que algunos agentes de inteligencia supieran que la información que entregada no era de fiar, pero que prefirieron callar.

Para Powell la oportunidad de ser Secretario de Estado fue grata. Pero la salida del gabinete, cuando Bush inició su segundo período, lo fue más aún. Durante cuatro años, su recia personalidad se vio comprimida por los dos poderes detrás del trono: el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de defensa, Donald Rumsfeld. De este modo, su aporte, más profesional, fue ahogado por consideraciones políticas. Fuera del poder, ante Barbara Walters derrochó franqueza. No escatimó críticas al gobierno por su lenta reacción frente al huracán Katrina (“No se hizo lo suficiente”, pese a “que hubo advertencias con mucha anticipación” de lo que venía). Pero, al mismo tiempo, fue categórico en asumir su responsabilidad en el conflicto con Irak. “Estaba usted con el Presidente cuando se tomó la decisión de ir a la guerra”, preguntó la periodista. “Si”, respondió Powell. Y más adelante complementó: “La lealtad es un rasgo que yo valoro. Y, sí, yo soy leal.... Estoy contento de que Sadan Hussein ya no esté en el poder”.

Publicado en el diario El Sur de Concepción en Septiembre de 2005

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