Grupo de Río: Sentido de una cita en Santiago.

Próximo a cumplir 20 años desde su más remoto origen, el Grupo de Río es un notable ejemplo de cooperación internacional, surgido de la preocupación de algunas naciones por la crítica situación en Centroamérica en los años 80. Se puso entonces en marcha un mecanismo de consulta que ha terminado siendo “el principal bloque de concertación política de América Latina y el Caribe”, según palabras de la Canciller chilena Soledad Alvear.

En un mundo en que los organismos regionales y continentales han proliferado, el Grupo de Río es uno bastante sui generis: no tiene sede permanente ni órganos ejecutivos, pero sus deliberaciones y acuerdos gozan de considerable prestigio en el ámbito internacional.

Los creyentes dicen que los humanos nacemos con un pecado original. Este grupo, en cambio, nació con la bendición de una buena causa: en 1982, los gobiernos de México, Venezuela, Panamá y Colombia concentraron su atención en las dificultades que se vivían en El Salvador y Nicaragua y que también afectaban a sus vecinos Honduras y Costa Rica. Un año después esta preocupación se concretó en la iniciativa de paz de la isla panameña de Contadora. El propósito era iniciar un diálogo que pusiera fin a las tensiones en América Central. Coincidió todo esto con los vientos democráticos que empezaban a soplar en otras partes del continente, lo que hizo posible que Brasil, Argentina, Perú y Uruguay, vueltos a la democracia, decidieran la creación de un Grupo de Apoyo. Finalmente, en Río de Janeiro, en 1986, ambas iniciativas se fusionaron en el Grupo de Río, definido como un “mecanismo permanente”.

Al principio eran cuatro países. A mediados de los 80 eran ocho. En los 90, cuando se consolida el Grupo de Río como tal, se sumaron más países, hasta llegar a 19 en la actualidad.

Diecinueve cancilleres se reunieron en Santiago en marzo pasado y 19 gobernantes se esperan para la décimo quinta reunión, también aquí en Santiago, los días 17 y 18 de este mes. A los temas que han marcado la historia del Grupo, este año –desde la reunión de marzo- se agregó, a propuesta de Chile, el tema de la Nueva Economía y algunos vitales aspectos relacionados como la brecha tecnológica y el desempleo.

A la hora de sacar las cuentas, todos los balances sobre el Grupo de Río son positivos. Se trata, como ha dicho la Canciller chilena, de “una relación cada vez más estrecha, vital en tiempos de globalización, con el propósito de mejorar la situación de todas las personas de nuestra región”.

Pero es evidente que no basta con las buenas intenciones al nivel de autoridades. Lo que se pondrá a prueba en los días del próximo encuentro en Santiago es el tradicional sentido de la hospitalidad de los chilenos y su real entusiasmo por acoger a los visitantes de prácticamente todo el continente.