10 de febrero de 2000

Ataques en la red

Para desconsuelo de los afectados, Ronald Dick, del Centro Nacional de Protección de la Infraestructura de los Estados Unidos, sostuvo que “un muchacho de quince años podría lanzar estos ataques. No es algo que requiera un alto grado de conocimientos”. Se refería a la más reciente crisis que sufrió el Internet esta semana y que comenzó el lunes con un ataque pirata contra Yahoo, siguió el martes con Buy.com, eBay Inc., Amazon.com, el noticiero interactivo de CNN y afectó también a un “portal” de Microsoft. El miércoles fueron atacadas dos empresas más: E*Trade y ZDNet..

En este mundo cibernético, los ataques no se hacen con granadas ni milicias armadas. Son silenciosos y llegan sin aviso previo.

En este caso se trató de una andanada de mensajes -según algunos de diversos puntos de Estados Unidos; según otros, del exterior- que saturaron los equipos de las empresas atacadas. Se calcula que Yahoo, una dirección muy popular, llegó a recibir un gigabyte por segundo, cantidad comparable a lo que recibe cualquiera de los 50 sitios más buscados en todo un año. Como resultado de este bloqueo, solo el uno por ciento de los clientes de Yahoo pudo entrar al sitio ese día. No hay un cálculo preciso de las pérdidas, pero se asegura que suben a millones de dólares y aunque se insiste en que no hubo más daño que la congestión de líneas, los responsables del floreciente negocio electrónico quedaron temblorosos. “Todavía no estamos seguros de los motivos de los atacantes, dijo la ministra de Justicia, Janet Reno, pero parecen claramente destinados a interferir y ocasionar problemas con el comercio electrónico legal”.

La magnitud del ataque y los recursos necesarios, hacen que la afirmación de que esto es “una cosa de niños”, sea difícil de aceptar. El diario El Mundo, de Madrid, comentó que “todo el mundo se resiste a creer que haya sido protagonizado por unos críos imberbes, aprendices de hackers”. Es posible que el conocimiento necesario no sea mucho, pero lo que se hizo fue coordinar eficazmente centenares –quizás miles- de computadores para que enviaran simultáneamente sus mensajes a los blancos elegidos. Para ello se requería, además, una excelente coordinación y, adicionalmente, la capacidad de no dejar huellas electrónicas en el camino.

Por eso, a pesar del empeño del gobierno norteamericano, lo más probable es que los autores del ataque queden impunes. Esto, en cierto modo, refleja la reacción de muchos usuarios. En una encuesta, expresamente calificada como no científica, la CNN interactiva, una de las empresas afectadas, preguntó a sus usuarios cómo definirían lo ocurrido: un acto criminal, un caso de vandalismo, o una travesura inofensiva. La mayoría (69,14 por ciento) no dudó en calificarlo como acto criminal. Pero inmediatamente después, ante la pregunta de si los responsables deberían ser llevados a juicio, un porcentaje casi tan alto (66,19%) dijo que no.

El único consuelo es que seis de cada diez de las personas consultadas piensan que la tecnología moderna “puede detectar a los hechores y prevenir la repetición de estos hechos”.

Esta confianza encierra un doble peligro. No es la primera vez en la historia de la humanidad que las expectativas puestas en el “progreso” probaron adolecer de exceso de ingenuidad. Y lo segundo es que, el potencial de libertad que ofrece el Internet, puede llegar a una crisis de insospechadas consecuencias. Hasta ahora los hackers o piratas (e incluso los creadores de virus) se defienden asegurando que sólo tratan de poner a prueba el sistema. Pero es evidente que el comercio electrónico, el área de mayor desarrollo en la red, no puede aceptar interferencias de este tipo.

Sería de temer, en consecuencia, una irrupción de disposiciones legales que termine por frustrar las grandes esperanzas del comienzo. Control impuesto desde fuera en vez de autorregulación nunca ha sido una buena fórmula.